Fuera de orden

En épocas de crisis el orden establecido se tambalea. Esto afecta a las instituciones y su funcionamiento, también al mundo de significados que las acompañan, a los imaginarios que las sustentan. Suelen darse entonces ricos debates teóricos con los que tratar de comprender mejor las transformaciones en marcha, con los que construir el mundo nuevo que se asoma.

Es por ello que las obras de teoría política más relevantes han sido generalmente alumbradas en épocas de crisis, desde el declive de la democracia ateniense o la República romana en nuestro mundo mediterráneo, hasta la emergencia de lo que más tarde se llamaría Renacimiento pasando por las revoluciones inglesa, francesa y norteamericana, siguiendo por el auge del socialismo o las luchas anticoloniales y feministas.

La crisis en la que estamos inmersos precisa comprenderse en toda su amplitud, lo que nunca es fácil desde la contemporaneidad. Este orden injusto hace aguas en nuestro país y a nivel internacional, sin embargo no está claro qué camino tomará el futuro. La ultraderecha conquista inquietantes posiciones en Europa y Estados Unidos, el neoliberalismo campa a sus anchas a pesar de las ruinas sociales que sigue provocando, el cambio climático avanza inexorable anunciando desastres casi inmediatos. Sin embargo, al mismo tiempo, desde la izquierda nuevas alianzas internacionalistas se conforman sobre una visión política alternativa cada vez más firme y elaborada.

España ha sido en los últimos años referente en cuanto a movilización social y escenario de vivas discusiones teóricas. Con una cultura popular acorralada por los recortes y el desinterés institucional, con un pensamiento acartonado por las clientelas mediáticas y académicas más satisfechas, también por una tradición partidista jerárquica, en los márgenes han surgido sin embargo resistencias poderosas, libres, contestatarias. Diarios fundados por colectivos de periodistas despedidos, nuevos movimientos sociales y la difusión de contenidos lograda desde Internet han sido fundamentales para esquivar aquella alienación que siempre resulta tan funcional al dominio oligárquico.

Decía Hannah Arendt que el pensamiento es el mejor antídoto frente al fascismo. Ella recogería en su última obra, La vida del espíritu, la idea de que pensar consiste en estar fuera de orden. No se trata con ello de buscar resultados específicos, ni mucho menos de seguir ninguna lógica o catecismo impuesto. Sin verdades dogmáticas, sin barandillas, reflejando en nosotros esa libertad de movimiento que defendemos en el mundo exterior, el pensamiento requiere además de inteligencia y profundidad, de coraje.

En otra metáfora iluminadora, Arendt describe el viento del pensamiento como transgresor, capaz de desordenar y cruzar fronteras, de ponerlo todo en cuestión, hasta a uno mismo, arriesgando en lo fundamental. Más allá del tiempo y del espacio, como en esos sueños también tan fuera de orden, al pensar recordamos recogiendo pasados que una vez fueron e imaginamos proyectos de futuro de lo que esperamos que será. Emociones, fantasías y razones se dan la mano al pensar. Multiplicamos ideas y lo hacemos en común, apoyándonos en lo que otros piensan o han pensado, sabiendo escuchar, reconociendo y aprendiendo con respeto.

Porque Arendt nos recuerda que el pensar no es algo propio de seres en soledad. La libertad a menudo se confunde con la soberanía absoluta del yo, algo en realidad imposible pues siempre seremos desbordados por aquello que no controlamos al cien por cien, por aquello que nos habita y no dirigimos, por tantas dependencias que nos vienen de fuera. Se confunde también la libertad con el dominio de la voluntad, con el solipsismo omnipotente del yo me basto y hago lo que quiero. Nada más lejos.

La autora judía distinguía así la idea de soledad de la solitud. En esta última, aunque estemos sin nadie a nuestro lado nos sabemos interiormente acompañados de amistades, músicas, referentes o libros que consideramos valiosos. Esto permite el diálogo sosegado con uno mismo y, a la vez, nos prepara para el diálogo con los demás, para aceptar las diferencias e ir creando así las armonías necesarias en el sostenimiento y libertad de cualquier comunidad política.

Los clásicos afirmaban que las fundaciones y refundaciones son tiempos de poetas. La imaginación genuina de estos es capaz de crear de la nada, pacíficamente y mediante la palabra, nuevos mundos. No se trata de reflejar ni descubrir, sino de crear. Tampoco aspiramos a jugar con los significantes, sino que apuntamos al mundo profundo de los grandes significados capaces de alumbrar otra época. Hoy que la actual forma del Estado-nación provoca miles de muertes en las fronteras, que la economía capitalista parece no saber ya más que fabricar precariedad y desempleo, hoy que nos quedamos sin planeta que habitar, necesitamos más que nunca poesía y pensamiento, coraje y cultura, una democracia que genere libertad a raudales.

Para pensar otras formas más justas de comunidad política y de economía, comprometidos contra un orden injusto y a menudo cruel,  para recordar aquellas luchas pasadas de las que aprender, para dar voz y saber escuchar lo que surge de los conflictos actuales, para dialogar, para impulsar la creación cultural e ir construyendo una opción potente de nueva cultura en nuestro país, para poner su grano de arena en todo esto y mucho más, nace laU.