COVID-19, tensión variable y kairós

La realidad es una tensión permanente. Las metáforas sobre esta idea en el pensamiento occidental se repiten a lo largo de la historia: desde la resolución del nudo gordiano por Alejandro Magno, hasta el desciframiento de las tensiones políticas, sociales y económicas a través de series distópicas repletas de giros y bucles argumentativos, pasando por las hilanderas de Velázquez. Creíamos que la vida tenía unas “mecánicas divinas”, un orden donde la sociedad se podía entender como un organismo que reacciona ante diversos estímulos de una manera predecible. La visión fisiocrática de la realidad política y económica seguía latente, de algún modo, en los tiempos de la globalización liberal; había una melodía, un consuelo. Hoy, en plena pandemia del COVID-19, vagamos por los caminos sombríos en busca de una explicación y experimentamos cierta melancolía de los días en los que teníamos respuestas.

El 1 de noviembre de 1755, Lisboa tembló y con ella la concepción optimista leibniziana de “vivir en el mejor de los mundo posibles”. Voltaire llamaría cándidos a los cobijados en la misericordia de las iglesias portuguesas. El terremoto fue una liberación de la energía acumulada por el choque o fricción de varias fallas geológicas. Hoy día, el COVID-19 también nos sacude, y muy posiblemente tendrá varias réplicas de diferentes intensidades a lo largo de las próximas fechas. La realidad está atravesada por tensiones que la modifican continuamente; “todo fluye”. Sin embargo, se pueden ofrecer reflexiones sólidas sobre cómo se configura buena parte de dicha realidad. La concepción unívoca de la realidad consuela, da cobijo; por el contrario, el estudio de las tensiones que conforman a la realidad no ofrece consuelo alguno.

LA POLÍTICA COMO MERCADO

Las relaciones políticas en la actualidad están configuradas por la lógica del mercado. La mercantilización de la política favorecida por las nuevas tecnologías la resignifica. Los candidatos son creados desde la perspectiva del marketing, los programas son confeccionados mediante focus groups en los que se establecen las opciones más deseadas e incluso la actividad política se limita cada vez más a las redes sociales. Desde un punto de vista personal, si quieres protestar sobre lo mal que te va la vida, despotrica en Twitter y postea en Facebook; no conseguirás nada, pero alivia.

Bien podemos advertir una racionalidad muda que nos atraviesa, residente en la propia constitución material de los medios de producción, de comunicación y formas de consumo. El capitalismo se apoya en una relación asimétrica de agencia en la que los empleadores contratan a individuos que deben desempeñar una función productiva, para obtener a partir de ella un beneficio en la venta de las mercancías producidas por los mismos. De este modo, la fuerza de trabajo se revela ella misma como una mercancía. A este respecto, las técnicas del management son esenciales en las sociedades neoliberales. Derivado de esta lógica, los políticos se presentan como productos enlatados dispuestos a competir entre sí, ofreciendo confianza y pensamientos positivos para el consumo de sus virtuales votantes.

Sin embargo, desde una visión contraria de la agencia política, de corte republicanista y cooperativista, los políticos son comisarios directos de la soberanía popular, donde reside verdaderamente el poder de una nación. Los partidos confeccionan de manera participada un programa de acción política con el que incurren a las elecciones. Si alcanzan el gobierno deberán cumplir el programa. En caso de no ser así, se romperá el contrato establecido con la ciudadanía y se volverá al mecanismo recurrente de las elecciones. De este modo el sufragio universal y el parlamentarismo son claves de los sistemas democráticos republicanos.

En la actualidad, la relación de los gobernantes con los gobernados se acerca más al primer modelo que al segundo. ¿Por qué? La respuesta resulta reveladora.

LA TENSIÓN SCHUMPETERIANA

El primer elemento de tensión es el paradigma schumpeteriano, si bien las ideas de Schumpeter sobre la democracia liberal ya habían sido anticipadas por el darwinismo social de H. Spencer.

Schumpeter niega la posibilidad de un bien común, aduciendo que las personas tienen distintas preferencias y valores, por lo que resulta imposible que diversos grupos humanos tengan los mismos objetivos. De hecho argumenta, aunque los tuvieran encontrarían grandes dificultades en la elección de la forma de acción para consensuar decisiones. En consecuencia, si no hay posibilidad de salvar las diferencias de criterio político mediante la argumentación racional y motivada en forma de debate público, ¿para qué iban a ser necesarias las instituciones políticas… republicanas? Donde esté un buen comité de técnicos o especialistas…

De este modo, Schumpeter promulga una democracia elitista protagonizada por un número reducido de partidos carentes de ideología, pero rebosantes de expertos donde el poder se ejercerá de arriba abajo. Quizás deberíamos volver a leer las reformas democráticas de Clístenes y de Efialtes realizadas en la democracia ateniense dirigidas a igualar el poder entre el demos y los aristoi; quizás ahora entendamos los temores de los founders estadounidenses al sospechar de la imposibilidad de la democracia sin el adecuado coto a las grandes fortunas.

Los grandes partidos competirán por la consecución de votos como si fueran grandes empresas. La participación política se reducirá prácticamente a la elección de liderazgos políticos. Para ello, las técnicas de persuasión se acercan a un proceso de “venta” de iniciativas políticas y una estimación dirigida de “compra” de votos. Los votantes compramos y consumimos el discurso de grupos de expertos a sueldo de los partidos políticos. En definitiva, abundan los spin doctors y la participación democrática brilla por su ausencia. Y si, después de todo, los resultados no son los esperados, se convendrá que los votantes han sido irracionales e irresponsables.

EL EMPRENDEDOR SCHUMPETERIANO

La ideología del emprendedor campa a sus anchas: en librerías, bibliotecas, peluquerías y en los institutos. Todo el mundo quiere ser emprendedor, crear, surfear las olas de la incertidumbre, innovar, inventar y enriquecerse. Aquí no haremos una crítica general de la ideología neoliberal que se encuentra detrás de la figura del emprendedor. Más bien lo que vamos a señalar es el encaje de dicho fenómeno social con la concepción de la democracia elitista de Schumpeter.

Para Schumpeter el capitalismo se caracteriza por la destrucción creativa. Las empresas que demuestran creatividad ante la adversidad económica son capaces de destruir los marcos empresariales previos para constituir nuevos tejidos productivos competitivos. La ideología del emprendimiento no es sino la proyección a escala  individual, distributiva, de tales planteamientos macro. Así, los emprendedores tendrían la misión de inundar la economía de nuevos proyectos económicos. La ideología del emprendimiento convierte los condicionamientos estructurales, de clase, en problemas de orden particular y psicológico: si fracaso es porque no estoy lo suficientemente actualizado, no sé mostrar mi mejor yo, etc.

EL KAIRÓS DE LA RECONSTRUCCIÓN

Pues bien. Parece que la reconstrucción de la crisis del COVID-19 con inyección de capital europeo se quiere realizar desde tal óptica schumpeteriana. La tensión es formidable. La CEOE convocó una gran cumbre con los primeros ejecutivos de 130 grandes empresas el día 15 junio. La ideología es la esperable: son los emprendedores los que pueden salvar esta situación; ellos, tan creativos, reciclados y reciclables. Por ello, no deben sufrir trabas fiscales. La relación del mark-up debe ser satisfactoria. ¡Nada de derogar la reforma laboral! En coherencia, el Estado debe actuar como financiador y facilitador de la inversión privada, legítima productora de riqueza. Por el contrario, se considerará que el gasto público siempre es ineficaz. Y es que la CEOE y sus voceros políticos siguen concibiendo España como su cortijo. Si el empresariado español es en realidad el propietario del país, es él el que encabezará la recuperación económica.

El kairós (en griego antiguo καιρός) es un concepto de la filosofía griega que representa un espacio indeterminado en que algo importante e inesperado sucede. Su significado lo solemos entender como el «momento adecuado u oportuno». En la teología cristiana se lo asocia con el «tiempo de Dios» o a la llegada de Cristo. La principal diferencia con Cronos (kρόνος, krónos) es que, mientras que la dimensión del Kairós es cualitativa, Cronos tiene una comprensión cuantitativa.

Tiempos interesantes estos, sin duda, en los que se replantean muchas cosas: la nacionalización de las grandes empresas, la reconstrucción industrial, la financiación del Estado, la estructura educativa del futuro, el sistema sanitario, etc. Por nuestra parte, apuntaremos que de nada servirá sanear las empresas privadas con dinero público para luego privatizar los beneficios y que queden en manos de unos pocos.  Como sostiene Erik Olin Wright en Comprender las clases sociales, el rescate con dinero público de las empresas debe conllevar la implicación de las clases trabajadoras y sus representantes sindicales en los órganos directivos y de decisión de tales empresas.

La tensión continuará, y también se reflejará en el juego de fuerzas de la coalición política que gobierna España. La geometría variable entra en escena y puede alterar sensiblemente las fuerzas de la investidura. La mano muy visible de la CEOE acrecienta la tensión. Por otro lado, la alternativa autoritaria de la extrema derecha mantiene su presencia. La triangulación de la geometría variable recuerda a una estrategia baloncestística de Phil Jackson. No sabemos qué combinación triangular se dará, ni qué margen de shoot habrá.  Lo que sí sabemos es que los partidos serán duros y en ellos la tensión se masticará. La pelota está en el aire.

Oliverio Martínez Cepedal es Profesor de Filosofía, Licenciado por la Universidad de Oviedo.

Fotografía de Álvaro Minguito.