El deporte como creador de la ficción de igualdad

Hay ámbitos paradójicos que se ofrecen idóneos para el acercamiento al estudio del orden social instaurado. Uno de esos espacios es el deporte. Para la sociología, el deporte es el ejercicio físico que “esconde una forma, ágil y efectiva, de explicación de la sociedad”[1]. Abordar así el deporte supone entenderlo como una práctica social que sirve para observar el orden social y el cambio del mismo y en este sentido permite analizar la situación y posición social en función de la clase y el género que se ocupa en la sociedad.

En la sociedad actual el deporte se ha usado como legitimador del orden social moderno. Mediante el mismo se crea la ficción de la participación –se supone que en condiciones de igualdad– de toda la ciudadanía[2]. Sin embargo, los estudios realizados sobre el deporte reflejan la identificación entre prácticas deportivas y extracción de clase. “Boxeadores y esquiadores son de contraria condición social y hasta étnica o racial. Se diferencian por los contrarios modos de expresión corporal de su socialización abierta y popular para unos o cerrada y elitista para otros”[3]. La clase social y la etnia han sido ejes analíticos del deporte, sin embargo, la situación de las mujeres en el deporte ha recibido una menor atención.

El escaso interés mostrado por el estudio del género en el deporte deriva de la focalización de la investigación en los hombres. Como en todos los ámbitos, la ciencia ilumina unas áreas sobre las que arroja luz y deja otras en la sombra. Al centrar el foco de atención en el deporte (masculino), el femenino es invisibilizado. La relación entre el deporte y el género masculino explicaría este hecho ya que prevalece la imagen estereotipada de la fuerza como componente primordial de la actividad deportiva.

El deporte es un elemento central de legitimación de la sociedad actual al crear la ficción de la igualdad y la participación. Sin embargo, no sólo históricamente las mujeres han sido excluidas del deporte, sino que en el mismo se mantiene una evidente, clara y directa discriminación, donde lo laboral se lleva la peor parte.

Esta discriminación se produce en todo tipo de práctica deportiva ya sea de ocio o de alto nivel, a lo que habría que sumar la reducida presencia en puestos de decisión[4].

Distinciones de género en la práctica deportiva del deporte base

Históricamente, las mujeres han sido excluidas del deporte por ser considerado como un espacio de realización masculina[5].

“El deporte, tanto en el mundo clásico grecorromano como en su etapa moderna y contemporánea, ha servido como ámbito de creación del varón, en el que real o simbólicamente se ponen de manifiesto los rasgos que adornan al `verdadero hombre´, al hombre viril. Este hombre está adornado por la fuerza, la agresividad, el poder, el liderazgo así como por la fuerza moral para enfrentarse a las adversidades, en otras palabras es definido como `un laboratorio de la masculinidad´”[6].

Incluso hay quien describe el deporte como “el ámbito social perfecto para escenificar la identidad masculina: agresión y rivalidad bajo unas determinadas reglas”[7]. De alguna manera parece extendida la idea de que el deporte está unido al riesgo y el riesgo es “cosa de hombres”[8].

La revisión histórica permite contemplar las barreras que las mujeres han tenido para acceder al deporte. En la Grecia antigua y el Imperio Romano la práctica deportiva femenina estaba prohibida. Hubo una mayor tolerancia en la Edad Media, donde las mujeres podían practicar juegos de pelota, ajedrez, tiro con arco, remo, caza, patinaje sobre hielo o montar a caballo. Hacia finales del siglo XVIII se va incluyendo a las mujeres en este ámbito. Hay referencias del acceso de las mujeres al criquet, el patinaje, la caza y los juegos de raqueta, pero no sería hasta el siglo XIX cuando se produjo cierta emancipación –de las mujeres de las clases altas, con más tiempo libre– y permisividad de acceso de las mujeres al deporte.

Es en el siglo XX cuando en España se comenzaron a formar los primeros clubes, muchos de ellos restringidos a las clases altas y a actividades como el golf, la equitación, el tiro con arco o el tenis. Sin embargo, la apertura de los años 20 se vio cercenada por la Guerra Civil y el franquismo que sólo aconsejaba para las mujeres la realización de deportes en consonancia con lo “femenino”: gimnasia, natación o tenis, prohibiendo deportes como el fútbol, el remo, el boxeo o el ciclismo.

Con el fin de la autarquía y, sobre todo, con la entrada de la democracia, las mujeres tuvieron más oportunidades de practicar deporte, aunque aún a finales de los años 80 los hábitos deportivos seguían ajustándose a los estereotipos clásicos cultivados por la dictadura y los prejuicios, costumbres, religiones y la persistente división sexual imposibilitaban que, incluso en los años 90, se consiguiera la igualdad entre los sexos en el acceso al mismo.

Es indudable que el deporte es un derecho cultural y que debe ser considerado como un medio para promover la educación, la salud y el desarrollo comunitario, tal como plantea directamente Naciones Unidas[9], sin embargo, a pesar de ser una de las principales actividades culturales de los europeos, el acceso a la práctica deportiva ha sido diferente para hombres y mujeres. En Europa, son el doble los hombres que practican deporte frente a las mujeres (un 29,5 % frente a un 16 %) y en España –a pesar del interés que despierta en amplios segmentos de la población– la práctica por las mujeres de las actividades físicas y deportivas ha sido históricamente inferior a la de los varones[10].

Desde que se dispone de estadísticas se sabe que la práctica deportiva de las mujeres es menor a la de los hombres. Según la Encuesta sobre los hábitos deportivos en España del Consejo Superior de Deportes y el CIS (2015), el 47,5% de las mujeres y el 59,8% de los hombres practican deporte. Sin embargo, de la Encuesta de 2010 a la de 2015 se aprecia que algo está cambiando. Ha habido un incremento del número de personas que practican deporte, pero lo más significativo es que se ha producido un incremento mucho mayor entre las mujeres (de 13,3% frente a un 4,9%).

Este cambio hace presuponer una tendencia hacia una práctica deportiva más igualitaria.

Evolución de la práctica deportiva de mujere y hombres

Fuente: Estadísticas basadas en Anuarios de Estadísticas Deportivas.
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

Por otra parte, se ha constatado que a medida que las españolas acceden a las actividades deportivas han creado una cultura deportiva propia.

“Las mujeres proyectan los valores que han adquirido en el curso de su socialización. (…) al mismo tiempo, la creación de espacios del deporte femenino ha hecho posible la emergencia de otros modos de hacer y entender el deporte”[11].

En este momento, más que discriminación en la práctica del deporte como ocio lo que se observa son distintos espacios, intereses y motivaciones. Así, en cuanto al uso de espacios, las mujeres se decantan por el uso de polideportivos y gimnasios privados, en actividades en espacios cerrados (34,9%) y los hombres por espacios al aire libre (55,6%). Habiendo también diferencias en cuanto a los deportes que se realizan. Mientras los hombres optan en mayor medida por juegos de equipo como el fútbol y destacan en deportes como ciclismo (47,1%), fútbol (35,8%), natación (36,6%), carreras a pie (32,1%) y musculación (26,7%), las mujeres prefieren prácticas individuales y tienen un mayor interés en aquellos que tienen un componente artístico, destacando su participación en deportes como gimnasia suave (46%), natación (41,2%), gimnasia intensa (36,3%), senderismo y montañismo (31,6%), ciclismo (28,5%) y carreras a pie (26,7%).

En los hombres destaca su participación competitiva, mientras en las mujeres destaca la cooperativa. Sólo un 9,9% de las mujeres participan en competiciones, frente a un 25,7% de los hombres. Además, sólo un 8,9% cuenta con licencia federativa, frente al 22,1% de los hombres. Curiosamente, aunque ha aumentado en número de mujeres que practican deportes no lo ha hecho el porcentaje de federadas y tampoco lo hace el número de mujeres que compiten. Los clubes y federaciones son los que menos han integrado a las mujeres y, además, cuanto menor es el club menos mujeres tienen.

Por tanto, en el deporte de base podemos hablar de la pervivencia de cierta segmentación horizontal (unos deportes más practicados por hombres y otros por mujeres) y también vertical (infrarrepresentación en los órganos de decisión donde se adoptan las decisiones deportivas importantes). La valoración social de las mujeres y el empoderamiento de las niñas y las jóvenes está haciendo que el panorama cambie, pero para conseguir una mayor igualdad se precisan acciones positivas específicas en colegios, institutos y administraciones públicas que potencien la participación femenina y analicen el deporte desde una perspectiva de género. La existencia de modelos de referencia es una las posibles estrategias, pero para ello los medios de comunicación deben hacer una seria reflexión del tratamiento del deporte femenino[12], pues las deportistas de élite en este sentido lo están poniendo muy fácil. Otra cuestión son las facilidades que a ellas se les está dando.

Discriminación en el deporte de alto rendimiento

El acceso de las mujeres al deporte ha sido tardío. Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, mantenía que la presencia de las mujeres en los estadios resultaba antiestética, poco interesante e incorrecta y hasta el año 1900 se limitó la participación femenina en las Olimpiadas, momento desde el que la presencia femenina en los Juegos Olímpicos ha aumentado progresivamente. En Londres 2012 se dio una presencia equilibrada y fue la primera vez en toda la historia que todos los países contaron con participación de atletas femeninas.

El deporte femenino en este momento ha adquirido alguna notoriedad y ha sido por la tenacidad, esfuerzo y constancia de las deportistas. En nuestro país el deporte femenino está de actualidad y no sólo es por una constante numérica –en la actualidad más de 721.313 mujeres practican deporte federado–, sino que destaca por su calidad en competiciones continentales y mundiales. En los Juegos Olímpicos de Londres 2012, once de las diecisiete medallas de la delegación española fueron conseguidas por mujeres. En Río de Janeiro nueve metales fueron para las deportistas y ocho para los chicos. Sin embargo, existen serios problemas en distintos ámbitos.

En primer lugar, el simbólico. En líneas anteriores se hacía referencia a la importancia de que las niñas tuvieran referentes femeninos para poder optar a una profesión de este tipo. Pero esto cuesta cuando se observa un vacío de representación en publicaciones oficiales que tratan de mostrar la presencia femenina en la sociedad. Por ejemplo, si se observa la publicación Mujeres y hombres en España, del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que es fuente específica de análisis sociológico, se comprueba cómo el deporte no aparece, mientras otros aspectos como la violencia contra las mujeres o la toma de decisiones sí están presentes. En la página web del Instituto de la Mujer tampoco aparecen estadísticas sobre deporte y esto a pesar de haber firmado un convenio con el Consejo Superior de Deportes y el Comité Olímpico Español. Se refuerza así la idea de las mujeres cómo víctimas destinatarias de asistencia estatal, pero no la de ciudadanas libres que triunfan en un medio recientemente conquistado como es el deporte.

Pero el problema simbólico sólo es uno de los muchos existentes. A este se añade la falta de derechos de hecho y de derecho para las mujeres que quieren ser deportistas profesionales y que no elimina la Ley 3/2007, para la igualdad de hombres y mujeres, aunque en su artículo 29 se refiera al deporte femenino.

A cuarenta años de existencia de la Constitución Española, que en su artículo 14 consagra el principio de igualdad, sigue habiendo discriminación en el deporte. Perviven marcos normativos ya obsoletos como la Ley del Deporte de 1990 o el Real Decreto 1006, de federaciones deportivas profesionales de 1985 que poco o nada contribuyen hacia la igualdad y que crea situaciones tales como la no consideración de las ligas femeninas como profesionales.

Esto supone en muchas ocasiones la inexistencia de contratos. “Las deportistas como tal rara vez tienen contratos como tales. De hecho, las pocas que lo tienen constituyen una excepción”[13]. Sólo un 5% de las futbolistas en la máxima categoría tiene contrato regulado. Lo que en muchos casos supone que, después de llevar una carrera deportiva brillante, cuando se retiran no tienen periodos de cotización para una posible jubilación e incluso se encuentran con problemas de ubicación profesional.

Sin contrato, las deportistas reciben un salario (escaso) en negro, pero no tienen Seguridad Social, sólo un tipo de seguro obligatorio deportivo que es el que se otorga con la licencia. Además de las posibles lesiones y no poderse acoger a periodos de incapacidad en el momento de su vida activa, si la deportista sufre una lesión grave, al no estar reconocida como profesional, no podrá acogerse a una incapacidad laboral futura.

A la ausencia de contratos se suma la falta de convenios colectivos que fijen las condiciones laborales mínimas de su relación laboral[14]. Unas pésimas y discriminatorias condiciones laborales de las que las deportistas de élite son conscientes. Tanto es así que las deportistas señalan que encuentran barreras para poder acceder al alto rendimiento debido a la imposible conciliación entre su vida personal y profesional. Y, tristemente existen cláusulas antiembarazo, sobre todo en el fútbol y en el baloncesto, es decir, se explicita la rescisión unilateral, sin indemnización, por causa de haberse quedado embarazada la deportista.

Tampoco les es fácil compaginar entrenamiento con estudios y/o trabajos, en una situación en la que las ayudas institucionales son escasas. En general no es sencillo encontrar patrocinadores, pero ellas además lo tienen más complicado.

Y una vez que llegan, las pocas que consiguen superar todas estas barreras se encuentran, incluso teniendo mejores resultados, con una serie de diferencias de trato respecto a los compañeros por parte de sus clubes –viajes de ida y vuelta en autobús, o en clase turista, peores hoteles, jugar en campos de césped artificial cuando los hombres no lo hacen nunca, polemizar sobre el vestuario y la extensión del mismo, etc.–, además de una obvia y conocida por todos diferencia salarial.

El equipo campeón de la Liga Iberdrola de la primera división femenina, según la normativa de la RFEF, gana 1.352,28 euros, mientras que el segundo clasificado se llevaría un total de 901,50 euros. El Atlético de Madrid femenino que se proclamó campeón de la Liga el año pasado recibió como premio 54€ por jugadora. El equipo que logra alzarse con el título de Copa de la Reina se embolsa 0 euros, por el contrario, el campeón de Liga de los equipos juveniles masculinos gana, según la RFEF, 12.020 euros; y por ganar la Copa del Rey, 3.000 euros. Cuando se reitera machaconamente que las mujeres y los hombres son iguales se observa que hay ámbitos, como el deporte, donde no es verdad porque se produce una discriminación laboral grave y directa.

A día de hoy, cuando la selección femenina de fútbol sub17 es campeona del mundo y las deportistas no hacen sino dar alegrías, soñando a lo grande en un mundo estrecho de miras y lleno de lagunas legales y océanos de discriminaciones y desigualdades, toca a los poderes públicos comprometerse con esa igualdad de oportunidades en la que dice basarse la democracia actual.

Begoña Marugán (@Begoa46) es profesora de Sociología de la UC3M.

Notas

[1] Camarero, L. (2008). “El frontón de lo social”, El deporte en la construcción del espacio social, Madrid, CIS, XIV.

[2] Se habla de ficción puesto que hay un número importante de trabajos que así lo demuestran. Autoras como Celia Amorós, Rosa Cobo o Luisa Posada han mostrado los límites de la igualdad sobre la cual se creó la modernidad. La crítica a un pensamiento ilustrado que clamaba por la igualdad mientras olvidaba a la mitad (femenina) de la población ha sido la base de todo el trabajo deconstructivista de esta línea de estudio que tiene en el Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense su principal referente.

[3] Rodríguez Díaz, Á., (2008). El deporte en la construcción del espacio social, Madrid, CIS, p. 45.

[4] En el Comité Olímpico Español la presencia femenina no llega ni al 10% del total. El papel de las mujeres en los cargos directivos de las diferentes federaciones es testimonial. Únicamente hay dos mujeres que presiden dos federaciones en España: la de Petanca y la Federación de Salvamento y Socorrismo. Únicamente una mujer, Marta Domínguez, ha ocupado puestos directivos en una federación importante, como es la Federación Española de Atletismo, de la cual fue vicepresidenta. (Instituto de Estudios Deportivos, 2018). Ver http://www.iesport.es/es/actualidad/397-la-mujer-y-la-gestion-deportiva.html

[5] Vázquez Gómez, B. (2008). “Del mito de atalante al medallero olímpico”, en Mujeres Pioneras. Colección la historia no contada, Editora Municipal, Albacete.

[6] Bonde, H. (1996), “Masculine movements. Sport and Masculinity in Denmark at the turn of the Century”: Scandinavian Journal of History, 21, pp. 63-89.

[7] Buñuel Heras, A. (1996), “Mujer, machismo y deporte”: Temas para el Debatenº 23. http://www.mujerydeporte.org/documentos/docs/Mujer%20Machismo%20y%20Deporte.pdf

[8] Estebaranz, A. y Núñez, T. (2010) (coords.). Aprender de otras mujeres andaluzas el camino de la igualdad, Instituto Andaluz de la Mujer, Sevilla. Algunas de estas ideas figuran en: Marugán Pintos, B. (2018), “El deporte como bastión del machismo”, en Re-creando imaginarios. Actas “Cine, Deporte y Género”, Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla.

[9] Resolución 58/5 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de noviembre de 2003.

[10] Informe sobre las mujeres y el deporte (2002/2280 (INI) de la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Oportunidades del Parlamento. Ver: http://www.mujerydeporte.org/documentos/docs/Informe_mujer_y_deporte.pdf

Un 61% de la población entre 15 a 74 años dice estar “muy o bastante interesado” por el deporte. Véase: García Ferrando, M. (2006), “Veinticinco años de análisis del comportamiento deportivo de la población española”: Revista Internacional de Sociología, 44, pp. 15-38.

[11] Puig Barata, N. y Soler Prat, C. (2004), “Mujer y deporte en España: Estado de la cuestión y propuesta de interpretación”: Apunts, nº 76, p. 71.

[12] Clara Sainz de Baranda, profesora de la Universidad Carlos III, demuestra cómo sólo el 2% de las informaciones sobre fútbol las protagonizan mujeres, mientras el 92% lo hacen hombres. Incluso la información neutra -como campos de fútbol y balones- tiene más presencia que las jugadoras.

[13] López González, M. J. (2017). Mujer, discriminación y deporte, Editorial Reus, Zaragoza, p. 20. Esta situación fue denunciada en la campaña del 8 de marzo de 2014 por la Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO mediante el vídeo “Te juegas mucho. Fútbol y mujer”: https://www.youtube.com/watch?v=k1vM7I2V3Jg

[14] La gran novedad de este momento es que se ha constituido la mesa de negociación del convenio colectivo del fútbol de primera división femenino.

Fotografía de Álvaro Minguito.