Horizonte republicano y el outsider del Gobierno: ¿es acertada la estrategia de Unidas Podemos?

El siguiente análisis no es un escrutinio emocional, sino el intento de una abstracción. Analizar la estrategia desde el punto de vista de un actor determinado constituye una riqueza y una complejidad por igual; intentamos huir del «deber ser» para hablar del «ser» a raíz de los elementos que existen en el tablero político para Unidas Podemos. Si nuestra particular misión es acertada o no es otra historia, esta es solo una posible aproximación a una coyuntura caracterizada por muchos elementos, pero en la que la simplicidad no es una de ellas.

La situación política en nuestro país, en suspensión por la pandemia de la COVID-19 e inmersa en un clima de alta polarización ideológica y afectiva, apunta a un momento de redefinición de las lealtades y de rearticulación estratégica de los partidos políticos. La aprobación de los Presupuestos, a su vez, sugiere un largo invierno legislativo que durará, previsiblemente, hasta 2023. En consecuencia, los partidos políticos, cada vez más, empiezan a pensar en el medio y largo plazo.

En esta situación, Unidas Podemos, como socio minoritario del Gobierno, se encuentra en una posición que determinará su futuro como organización política. En una clara vuelta del eje ideológico a la competición política en España –donde el PSOE parte como principal favorito–, esta formación necesita de una redefinición estratégica que evite su caída en la irrelevancia política. Lejos queda 2015, donde Ciudadanos y Podemos llegaron a disputar un tercio de los votos en el sistema de partidos español. Hoy, ambas formaciones luchan por no descolgarse de la barrera del 10%, una cifra que, en nuestro sistema electoral, condena a un importante ostracismo representativo. Esta cuestión, de la mano de la reciente noticia que avisaba de la pérdida vertiginosa de afiliados en Ciudadanos, pone en evidencia cómo, a partir de 2015, la cuestión principal nunca debió ser cómo protagonizar el sistema de partidos en España, sino cómo sobrevivir a este.

Al igual que su peso electoral, los destinatarios del discurso de los partidos han cambiado; las formaciones políticas ya no hablan para toda la sociedad, puesto que la cristalización de los cuerpos electorales ha representado un cese en las transferencias de votos. En consecuencia, la cuestión ahora es hablar para los propios, preservar las lealtades. En una situación como esta, la estrategia de Unidas Podemos parece circunscribirse a dos elementos: por un lado, representar a la izquierda institucional a la vez que mantienen un cierto perfil de protesta; por otro lado, instalarse en un espacio republicano con aspiración de ser determinante en el medio o largo plazo. Ambas cuestiones han generado controversia en el debate público, apuntando a un mismo fenómeno: «Unidas Podemos no ha interiorizado que forma parte del Gobierno y, por lo tanto, debe comportarse como tal». A continuación, analizaremos cómo la coalición de izquierdas no solo está actuando acorde a los medios de los que dispone, sino que está llevando a cabo la única estrategia capaz de evitar su caída en la irrelevancia política.

Di lotta e di governo: el alma outsider de Unidas Podemos

Para comenzar, sería necesario abandonar un dogma, repetido hasta la saciedad, que ha perseguido a Unidas Podemos desde su origen: el dilema de la transversalidad. Si por transversalidad entendemos aquel fenómeno por el que personas de distinto origen ideológico –autopercibido– otorgan su apoyo a una misma formación política o issue, Podemos, y más adelante Unidas Podemos, nunca llegaron a alcanzarla. Los datos así lo avalan. La formación morada nunca llegó a recabar apoyos de manera heterogénea a lo largo del eje ideológico, estos se ceñían a quienes se encontraban a la izquierda de esta escala. Ni siquiera la coalición con Izquierda Unida provocó una variación significativa de esta cuestión. Ahora bien, sabemos que el concepto es más complejo y cuando hablamos de transversalidad no podemos entenderla únicamente de esta manera. La virtud de Podemos era su eficacia política, su habilidad para competir en los nuevos ejes que se abrían electoralmente durante su período inicial –nueva o vieja política, pueblo vs. élites–. Aquí es donde conseguía que gente de muy diversa procedencia, sin un compromiso ideológico necesariamente fuerte, expresase su apoyo o su simpatía a la formación y a lo que esta simbolizaba. Por eso Podemos llegó a superar la barrera de los cinco millones de votos, porque era capaz de reunir en un mismo espacio tanto a votantes desencantados con los partidos tradicionales como a votantes nuevos y procedentes de la abstención o incluso a aquellos que provenían de partidos regionalistas de otras latitudes. La transversalidad, en definitiva, es un fenómeno complejo que no puede ser entendido de una única forma.

Además, Podemos, y posteriormente Unidas Podemos, era capaz de hacer frente a un componente generacional que, con el tiempo, parece haberse difuminado en detrimento de un PSOE cada vez más competitivo entre las capas más jóvenes de la población. En la práctica, existía una importante brecha generacional –padres e hijos– entre el voto al PSOE y a Unidas Podemos, donde este último era capaz de suplir la deficiente penetración que los partidos tradicionales conseguían entre una juventud con unos niveles de apatía política muy altos, altamente influida por el movimiento 15M. En el contexto actual, con la polarización en el centro del debate y permeando en la sociedad, también las transferencias de voto han pasado de ser interbloque a ser intrabloque, lo que imposibilita un retorno estratégico al pasado. Por ello, las dos únicas alternativas pasan por seguir compitiendo en un eje ideológico (favorable a todas luces al PSOE) o hacer uso de un nuevo conflicto que parta la sociedad y permita aunar distintas identidades, desbordando la ideológica.

Dada esta situación, y debido a sus propias características electorales, Unidas Podemos está adoptando una actitud ‘di lotta e di governo[1], es decir, jugando con un pie fuera y otro dentro del Gobierno. De alguna manera, el objetivo electoral mutó hace tiempo y la capacidad de alcanzar la victoria desapareció del horizonte. Únicamente resta una suerte de carrera de fondo por seguir existiendo en un espacio donde el retorno de la competición izquierda-derecha no supone ningún beneficio potencial e inminente para esta formación. Como decíamos, el objetivo nunca debió ser cómo protagonizar el sistema de partidos en España, sino sobrevivir al mismo. Es normal caer en una dinámica de desestabilización constante a golpe de tuit, alterando los equilibrios y las negociaciones. Los dirigentes de la coalición de izquierdas están tensionando una cuerda que, por ahora, saben que no se va a romper. De forma muy similar al PSOE imponiendo su agenda en aspectos determinantes para ellos. La necesidad que tienen entre sí ambas formaciones, así como la amenaza de la derecha, hace prácticamente imposible la ruptura. A pesar de ello, Unidas Podemos, con una promesa electoral de gran calado demasiado lejos, no puede permitirse dar una imagen de subalternidad, necesita de la diferenciación con el PSOE para consolidar su suelo electoral, que, según la media de encuestas, está situado en torno al 11% de los votos.

Horizonte republicano: ¿promesa o espacio operativo?

Sin embargo, más allá de las polémicas y disputas cortoplacistas, en Unidas Podemos, con mirada larga, ya empiezan a desvelar su plan de futuro. En una reciente entrevista[2], el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, dio varias pinceladas sobre la que podría ser una estrategia a largo plazo para la formación morada. El actual vicepresidente segundo del Gobierno señalaba la república, es decir, la disputa por la forma de Estado, como el único espacio posible de crecimiento de Unidas Podemos en el futuro. La república como el significante en torno al que articular y construir, dotándole de significado, un baluarte esencial en la defensa de lo progresista. Para Iglesias, una articulación que sea capaz de aunar en un mismo eje la república y los derechos sociales podría traer consigo un reforzamiento de las expectativas electorales de su formación.

Ahora bien, tal y como el propio dirigente señala, es condición sine qua non para que esto pueda ocurrir que la república se convierta en pregunta de calibre electoral. Esto es, para que un determinado tema llegue a tener influencia sobre el electorado, es decir, para que pueda llegar a otorgar réditos electorales a una fuerza política, los votantes tienen que: tener opinión sobre él, considerarlo relevante y, además, percibir diferencias respecto de esa cuestión entre los partidos políticos. En el caso del debate en torno a la jefatura del Estado, los votantes tienen, en su mayoría, una opinión sobre el tema y se perciben diferencias significativas entre los distintos actores políticos más importantes, como lo constató la última macroencuesta sobre la jefatura de Estado. Sin embargo, no está tan claro que pueda representar un aspecto determinante a la hora de votar para la ciudadanía. Representa, por lo tanto, ¿un espacio electoral la república?

En primer lugar, existe una dicotomía respecto de los espacios electorales. ¿Es posible crear un espacio capaz de polarizar y, por tanto, movilizar a un cuerpo electoral amplio o, por el contrario, la política consiste en ocupar los espacios disponibles para después movilizar a través de ellos? Parte de la tesis de Iglesias pasa por asumir que la primera opción aún es posible, pero esto no tiene por qué ser así. Un ejemplo rápido. Hoy en día, la comunidad gamer no representa un cuerpo electoral, en tanto que posicionarte de su lado no reporta beneficios electorales. Pero, en cambio, este podría convertirse en uno si existiera la capacidad para ello. Ahora bien, es legítimo afirmar que hoy en día no hay dicha capacidad de vanguardia, que lo único que resta a los actores políticos es la ocupación, competición y gestión de los espacios electorales existentes –como el eje ideológico o territorial–. A ninguna persona escapa que lejos quedan los momentos de hegemonía cultural donde Podemos y los nuevos actores obligaban a los demás a sumarse al carro y competir en terrenos desfavorables, como la anteriormente citada «casta». Por ello, es más que probable que estemos en un momento de gestión de lo real y no creación de lo posible.

Así pues, ¿Unidas Podemos está apostando por la creación de un espacio republicano, a pesar de no existir una capacidad para dicho objetivo? Puede que sí. Es notoria la necesidad, como el propio Iglesias ha manifestado en varias ocasiones, de vincular la república con una agenda de defensa de los servicios públicos, de los derechos laborales y sociales, de lo común, de la fraternidad de los pueblos, de la res pública. «Esa agenda es republicana»[3].

Por lo tanto, la cuestión aquí implícita es si, asumiendo la incapacidad actual de las fuerzas políticas de crear un espacio electoral capaz de movilizar, Unidas Podemos será capaz de articular ese horizonte republicano como un verdadero espacio de crecimiento en el futuro. Para ello, como decíamos anteriormente, los votantes tienen que ser capaces, además de tener una opinión propia sobre la cuestión, observar diferencias significativas entre los partidos y, obviamente, considerar el asunto como políticamente relevante. La actitud beligerante de la formación morada a raíz de los últimos escándalos y desaires protagonizados por Juan Carlos I no es más que una estrategia de polarización, cuyo objetivo es, además de colocarse como la principal fuerza política de carácter republicano y así generar lealtades entre los votantes, situar la cuestión en el centro del debate público, obligando al resto de partidos a tomar posiciones y así, en última instancia, convirtiendo el tema en un eje capaz de dividir a la sociedad –al igual que ocurre con el eje ideológico o territorial–. De igual forma, el reciente interés de Unidas Podemos por incluir a Esquerra Republicana y a EH Bildu como socios prioritarios de la mayoría de Gobierno no puede entenderse únicamente sin atender a la cuestión republicana. Es decir, la república como significante a través del cual articular una España federal, diversa y progresista.

Esta estrategia de horizonte no es singular de la coalición de izquierdas. Más País/Más Madrid también está inserto en una senda muy similar con su «horizonte verde», siendo otra muestra más de cómo la cristalización del actual sistema político español constriñe a las distintas fuerzas políticas, en este caso en inferioridad de fuerzas, a generar apuestas por ejes y divisorias que consigan romper los equilibrios actuales. Parece que estamos en una coyuntura donde «lo verde/lo republicano» aspiran a ser el intento de demanda que asume la función de representación del conjunto –y que pierde contenido a medida que se vuelve la encarnación de todas las demás–.

Lo que parece un hecho es que tanto Unidas Podemos como Más País/Más Madrid han reducido motores y apostado por dos cuestiones profundas con futuros diferentes, aunque en su generalización puedan ir juntas: República y Ecologismo. Esto no resta que, a pesar de poder representar una apuesta coherente –dadas las cartas disponibles en el tablero–, sea naturalmente peligrosa. España ha demostrado ser un país con un sistema político muy resiliente a crear varios ejes de conflicto, y todos han acabado reconduciéndose al tradicional izquierda-derecha. El problema de los actores que apuestan a futuro es que necesitan que estas cuestiones, república y ecologismo, sean lo suficientemente fuertes para romper el sistema y hacerse hueco. No obstante, también debemos tener en cuenta la capacidad de adaptación de los grandes partidos. Con un PSOE actualmente fuerte y con capacidad de robar tanto la cuestión verde como la republicana, ya sea a través de su agregación o de su desactivación, lo que está claro es que el horizonte republicano tiene un largo camino por recorrer para convertirse en un espacio electoral, donde Unidas Podemos tendrá que empujar para cosechar resultados en 2023.

Daniel Vicente Guisado (@DanielYya) es politólogo, Máster en Análisis Político y Electoral por la UC3M.

Alejandro Solís (@AlejandroSRguez) es politólogo y estudiante del Máster en Análisis Político y Electoral por la UC3M.

Notas

[1] Albertazzi, D., McDonnell, D., & Newell, J. L. (2011). Di lotta e di governo: The Lega Nord and Rifondazione Comunista in office. Party Politics17(4), 471-487.

[2] Gilmartin, Eoghan. (20 de octubre de 2020). «La república es el nuevo horizonte». Jacobin América Latina. Recuperado de: https://jacobinlat.com/2020/10/20/la-republica-es-el-nuevo-horizonte/

[3] Caminando juntas. Reunión del espacio confederal de Unidas Podemos, vídeo disponible en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=5zsophy6kmc&t=231s

Fotografía de Álvaro Minguito.