La experiencia estadounidense: partido y sindicato

Desde comienzos del año 2022 los Estados Unidos están viviendo una revitalización del movimiento obrero con la llegada de lo que se ha llamado “nuevo sindicalismo”. Compañías que antes no estaban sindicalizadas como Amazon o Starbucks lo están haciendo. Pero no se llama “nuevo sindicalismo” únicamente porque afecte a compañías que nunca antes habían sido tocadas por el sindicalismo, es nuevo porque parte de la perspectiva de clase y porque en todos esos sindicatos hay una organización socialista optando por hacer vanguardismo marxista, los Democratic Socialist of America (DSA) con su sección DSA-Labor.

La experiencia estadounidense merece la pena ser tenida en cuenta, e incluso estudiada, por ser uno de los pocos países del llamado “mundo occidental” que está recuperando la lucha en la calle, a la vez que el partido DSA consigue réditos electorales. Hay una contradicción interna, sí, la de los límites de la acción socialdemócrata electoralista y la de la creación de una vanguardia de clase que ayude a acumular poder político e independencia de clase para derribar el presente sistema económico. Donde esta contradicción ha sido mejor surfeada, sin fijarnos en los objetivos, ha sido precisamente en este país gracias a su izquierda radical de una larga tradición de más de 150 años.

El DSA, hasta hace poco un gran desconocido en España, tiene una imagen de partido que se puede asemejar al resto de partidos socialdemócratas en el contexto europeo. Un partido en pugna con el Partido Demócrata que lucha por posicionarse en el poder y desde ahí, con una estrategia socialdemócrata reformista con los limites muy estrechos, crear una acción que mejore la calidad de vida de las clases trabajadores pero sin derribar la lógica del capital. Es decir, una vez más, un partido carente de la Crítica de la Economía Política. Nada más lejos de la realidad, en los Estados Unidos la izquierda, por su antiestatismo, siempre ha tenido dos estrategias políticas, conociendo perfectamente los límites de ambas: primero, la vía electoralista, hace un centenio dirigida a parar la represión del movimiento obrero y vanguardia de la clase trabajadora, ahora a mejorar la calidad de vida de esta; y, segunda estrategia, erigirse como vanguardia marxista del movimiento obrero –partido de vanguardia para algunos leninistas dentro del DSA–.

Si bien es cierto que en el DSA hay distintos caucus u organizaciones en el que priman distintas sensibilidades, todas estas sensibilidades en torno a lo que es el DSA-Labor y su estrategia pivotan entre el leninismo y el luxemburguismo, siendo esta ultima la que se aplica.

La Dialéctica entre Espontaneidad y Organización es la presente en el DSA-Labor. Esta sección está configurada para ser vanguardia política: allí dónde surge espontáneamente por las contradicciones internas del capitalismo, allá que va el DSA-Labor a prestar tanto el apoyo económico, como intelectual y de vanguardia socialista. El caso perfecto es este nuevo sindicalismo. Algunas trabajadoras se organizaban por un caso de transfobia en su Starbucks, pidiendo aumento salarial también, y el DSA-Labor aparecía con su programa socialista. La escuela de la clase obrera es la calle, y el partido es quien se encarga de elevar la conciencia para acumular poder político. De hecho, el DSA tiene una de las mejores formaciones en marxismo que he visto comparándola, sobre todo, con el contexto español.

Sindicalismo y reformismo

Esta oleada sindical que viven los Estados Unidos, que es espontánea pero guiada y ayudada por el DSA-Labor, tiene unos límites claros. Y en los Estados Unidos son conscientes de ellos, tanto los sindicalistas como la vanguardia política. Pero estos debates, que incluso en España se ponen encima de la mesa algunas veces, en los Estados Unidos fueron superados hace un centenar de años con la creación del sindicalismo revolucionario socialista de los Industrial Workers of the World (IWW). El sindicalismo tiene un límite muy claro que se hunde en su “naturaleza” reformista: la pelea por las mejoras de la clase trabajadora, lo que en países anglosajones se ha llamado “Bread & Butter things”.

En 1905 surgieron los IWW con un doble objetivo, luchar a corto plazo por estos “Bread & Butter things” mientras se intentaba ser vanguardia acumulando poder e independencia de clase para la revolución. No inventaron nada nuevo. Aunque en los Estados Unidos las interpretaciones marxistas no eran las hegemónicas, en este sindicato sí. Este sindicato despreciaba totalmente la lucha política institucional, pero, a pesar de hundir su cultura política en el republicanismo –de hecho su concepto de Libertad era plenamente republicano– no hacían la distinción “burguesa” entre economía y política. Esto queda claro en la experiencia de Goldfield de 1907 en la que consiguieron socializar los medios de producción durante un año completo sin necesidad de tomar el poder político institucional, sabían que “controlando” –superando– la lógica del capital “controlarían” –superarían– su “reproducción política”.

Por lo tanto, las experiencias sindicales no se pueden desmerecer con un simple “son luchas reformistas”. Dependiendo de los propios objetivos del movimiento, los Industrial Workers of the World fueron un sindicato revolucionario socialista y marxista. Durante los primeros años de vida discutieron sobre Marx profundamente y abiertamente en sus periódicos. De hecho, en el congreso de la II Internacional de Stuttgart de 1907 se produjo el “famoso” debate entre Luxemburgo y Lenin sobre la relación entre el sindicato y el partido. La resolución que debatieron ambos gigantes teóricos de su época fue presentada por un delegado de la sección norteamericana en representación de los Industrial Workers of the World.

¿Por qué son importantes los Industrial Workers of the World en lo que concierne a este texto? No solo “crearon” o conceptualizaron el “socialismo estadounidense”, sino que conforme se diluían por la represión ejercida del Estado, crearon la League for Industrial Democracy, que se transformaría en los Students for a Democratic Society y cuyo líder Michael Harrington crearía los Democratic Socialist of America en los años 80 del siglo XX. No solamente son herederos de una cultura política, son herederos directos de la organización con la que se abrieron los debates que hoy nos persiguen y que intentaron encontrar equilibrios contradictorios.

Vanguardismo político

La sección del DSA-Labor es vanguardismo marxista y el DSA, en su estrategia de calle es partido de vanguardia: busca en la espontaneidad acercar a la organización socialista para buscar la acumulación de poder de la clase trabajadora y derrumbar el mundo actual avanzar hacia la emancipación humana, el horizonte socialista/comunista.

El contexto estadounidense es bastante complejo visto desde Europa y más desde España. Su sistema político nos es totalmente ajeno y el antimperialismo de la izquierda europea y española ha sido refractario a toda experiencia estadounidense. Y, cuando desde España nos queremos informar de lo que pasa en la izquierda estadounidense, solamente nos acercamos al ámbito electoralista. O como pasó con el movimiento Black Lives Matter, al ámbito mediático. ¿Quiénes sabían en España que Black Lives Matter tenía la misma estrategia que el Black Panther Party? Y mejor aún, ¿a qué se debe el apagón mediático cuando los chapters de BLM siguen haciendo exactamente lo mismo desde hace años?

Por todo esto, cuando alguien se quiere informar de lo que hace el DSA chocará de bruces con las estrecheces electoralistas, y como se ha dicho, la propuesta socialdemócrata, aquella que tiene unos límites que están definidos en la Crítica de la Economía Política. Se puede estar más o menos de acuerdo con la estrategia electoral que lleva el DSA ahora mismo, enviando a afiliadas al Congreso de los Estados Unidos, apoyando a candidatos como Bernie Sanders y otros en oficinas estatales. Pero lo cierto es que si en España una política socialdemócrata cambiaría la vida de muchísima gente de la clase trabajadora –aunque no la solucionase–, en los Estados Unidos afirmamos que unas políticas socialdemócratas salvarían la vida de miles de personas de clase trabajadora. Estamos hablando de un país sin sanidad pública, con una epidemia de opiáceos tremenda y con una población sobreendeudada (valga la redundancia en un régimen capitalista). Por ello, creo que la estrategia socialdemócrata electoralista en los Estados Unidos es más que necesaria. Y así también creo, como lo hacen las compañeras del DSA, que esta estrategia no es contradictoria con el vanguardismo que practican en la calle, acercándose a todos los problemas de las comunidades y al movimiento obrero para “elevar conciencia socialista” con la voluntad de construir poder e independencia de clase.

Por otro lado, estamos acostumbrados a que los políticos que ocupan oficinas de representación política sean los líderes del partido. Y entonces, parece que si se pregunta a un político institucional, este es el que marca la línea del partido. En el DSA, para conservar precisamente las dos estrategias, los políticos son únicamente afiliados rasos, no tienen cargo en el partido ni deciden políticamente nada internamente. Es decir, para buscar la ideología del DSA no se debe preguntar a Alexandria Ocasio-Cortez o Cori Bush, sino a sus afiliadas y al órgano rector, el National Political Committee. Por lo tanto, cuando AOC hace un discurso puramente “socialdemócrata” o cubriendo lo que para ella es el socialismo democrático, no representa necesariamente la postura del DSA. Se trata de comunicación política, debemos recordar, en un país en el que históricamente se ha mandado a comunistas a la cárcel por el hecho de serlo. Estamos hablando del país de la histeria anticomunista.

Los límites y el futuro

Este epígrafe se podría resumir fácilmente: los límites que afronta el DSA como vanguardia en la calle es la misma que afronta cualquier organización de su corte en el contexto europeo. Pero a pesar de las dificultades, parece que el futuro es más prometedor, pues han conseguido retomar el pulso a la clase trabajadora, que se unan a sus filas, se creen más sindicatos y paseen la palabra socialismo por las calles de un país eminentemente antisocialista. Sí, el movimiento sindical puede “morir” fácilmente, pero el trabajo de la izquierda es ser internacionalista y apoyar estas luchas y aprender de ellas.

Me gusta huir de aquellos que se autodenominan revolucionarios; la etiqueta de revolucionario se gana en la praxis, no en lo que se dice. Un documento puede ser muy revolucionario, una persona se puede autodenominar muy revolucionaria, pero si no hay praxis detrás, no se es nada. Dejemos que la praxis hable y a partir de ahí la crítica, que es esencial.

Este texto debe terminar con un alegato antiobrerista. El nuevo sindicalismo surgió gracias a la politización de jóvenes con la lucha LGBTI y antirracista, el sindicalismo estadounidense es diverso como lo ha sido siempre la clase trabajadora y le gusta la diversidad, no hay trampas. La única “trampa” existente es la cooptación por parte de las instituciones de esas luchas, pero entonces se ha de señalar esa cooptación, no a la víctima de la misma. En su día Mario Aguiriano de Café Marx dijo en Twitter que hay que huir de lo que llamamos “reduccionismo de clase”, término muy usado en los Estados Unidos, puesto que todo está atravesado por la clase y la reproducción social de la misma. Estoy de acuerdo con la afirmación, por lo tanto, si se es marxiano, bajo ningún concepto se puede “comprar” el obrerismo o la teoría de luchas parciales. Todo está atravesado por la clase, la lucha feminista, LGTBI y antirracista son cuestiones de clase.

Jaime Caro Morente (@JaimeCaroM) es Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid y Mención Internacional por la Universidad de Columbia con un estudio sobre la Historia del Socialismo en USA. Ahora investiga el fenómeno de la Alt-Right.

Fotografía de Melkisethian. CC. 2.0.