La feminización de los populismos reaccionarios: encaje actual de la mujer en la extrema derecha

Repensando un espacio tradicionalmente poblado por hombres, hoy la extrema derecha no se identifica como un movimiento netamente masculino. Los populismos reaccionarios[1] en Occidente, inmersos en una constante transformación que les empuja a ajustarse a los actuales marcos culturales, muestran un interés creciente por captar voto femenino promocionando, aunque no exclusivamente, los valores conservadores y la familia tradicional. Implementar esta hoja de ruta no es un asunto baladí para partidos como Vox, ya que su electorado según el último barómetro del CIS se distribuiría entre un 64% de hombres y un 36% de mujeres, en un momento en que la evidencia sugiere que la brecha de género en el apoyo a la extrema derecha estaría disminuyendo en Europa[2].

Como reflejo de los estereotipos de género en la sociedad, también en este entorno y sin que necesariamente se corresponda con la realidad, las mujeres suelen percibirse como sujetos menos autónomos, menos extremos o amenazantes, a quienes se atribuye un rol secundario que influye de forma negativa en la monitorización y análisis de este fenómeno. Conforme a esta arraigada creencia, un rostro de mujer podría contribuir a la suavización de esa estética agresiva característica de grupúsculos de extrema derecha, que también viene produciéndose en su permanente readaptación al mundo. Al mismo tiempo, los liderazgos femeninos, incipientes o minoritarios, se han ido incorporando al mapa político en el continente articulándose ya no como medida cosmética sino como un elemento que podría tener un efecto real en el voto.

Al haber adoptado una retórica explícitamente paternalista y un antifeminismo muy combativo desde sus inicios, estas formaciones afrontarán presumiblemente varios retos a la hora de corregir este déficit electoral. A las dificultades de partida con su reiterada negación de la violencia de género, habría que sumar que las agendas ultraconservadoras, la oposición al aborto, matrimonio homosexual y derechos LGTBI, colisionan rápidamente con los discursos liberales que apoyan derechos sexuales y reproductivos de la mujer y su plena inclusión en la esfera pública[3]. Sin embargo esta ofensiva contra el feminismo no constituiría ninguna novedad en su lógica de acción, no así en sus herramientas. La extrema derecha ha anatemizado el feminismo a lo largo de la historia atacando sistemáticamente las bases ideológicas de un movimiento que reclama un papel igualitario de la mujer respecto al hombre en todos los órdenes de la vida. En esta singular cruzada se ha llegado incluso a atribuir al movimiento carácter criminal y genocida con la popularización de términos como feminazismo. Ahora, con los medios de comunicación tradicionales asediados por las redes sociales que concentran una audiencia que destruye la base de su modelo de negocio, se consolidaría un ecosistema de medios digitales nativos, cuestionables por solvencia periodística y alineados con outsiders que subvierten el papel del periodismo.

La extrema derecha despliega su artillería en una «batalla cultural» que se extiende desde las redes a la no ficción en castellano con un amplio catálogo de títulos que reproducen su ideario y donde la proyección de la mujer no alcanza todavía la del hombre, con excepciones como Cristina Seguí. La cofundadora de Vox que escribió Manual para defenderte de una feminazi y La mafia feminista condensa en las páginas del primero esa narrativa que disemina la extrema derecha entre los jóvenes en relación a las leyes de violencia de género, basada en una concepción errada del feminismo como «arma totalitaria de chantaje y coacción a la población masculina». Mientras, el segundo  adquiere un tono más conspiranoico con enunciados como estos que se replican masivamente en la red: «programas feministas para adoctrinar sexualmente a los niños», «Soros y la industria abortista», «menores tutelados, emporio de la izquierda feminista». En este contexto se movilizan grandes audiencias que constituyen a su vez grandes grupos de consumo, encumbrando a personajes inconsistentes mimetizados con la alt-right norteamericana, cuya motivación no es la reflexión honesta sino la construcción de marca de la extrema derecha. Las mujeres, aunque en menor medida, también participan en esta comunidad en línea como propagandistas, reclutadoras y recaudadoras[4], coordinándose activamente en el señalamiento y hostigamiento a divulgadores, académicos y activistas y atacando con especial virulencia a las mujeres.

Youtube y Twitch ofrecen soporte a los movimientos antifeministas contemporáneos que se gestaron en la última crisis financiera global y a la sombra de las crisis de la democracias liberales[5]. Este hábitat tecnológico ha logrado conjugar los contenidos históricos de la extrema derecha con dosis de rebeldía antipolítica, consiguiendo rentabilizar el malestar social. En los canales femeninos en España contra la «ideología de género» con más de 100.000 suscriptores se repiten diariamente y se viralizan, al igual que en los masculinos, palabras como charo, misandria y aliade[6], con las que se pretende dominar la conversión en redes en pro de una supuesta «incorrección política». Entre estos agitadores también han ido despuntando individuos que, manteniendo cierta apariencia de independencia, buscaron diferenciarse presentando su mensaje en un formato más profesional con ensayos súper ventas, tertulias y entrevistas en radio y televisión. Dedicándose realmente al branding en la frontera del activismo militante y el pseudointelectualismo, habrían buscado aparecer en medios mainstream para ganar cuota de respetabilidad.

Las narrativas de género en la extrema derecha estarían claramente orientadas a reforzar la masculinidad hegemónica. En política, mujeres como Marine Le Pen (RN), Frauke Petry (AfD), Pia Kjaersgaard (DF) o Siv Jensen (FrP) exhiben un estilo de liderazgo particularmente eficiente que refuerza esta posición[7], siendo todavía pronto para establecer conclusiones definitivas respecto a su influencia en el voto femenino, generalmente más estático y refractario a los extremos. El auge del populismo reaccionario estaría además incrustado en un contexto específico de «racismo antimusulmán de género»[8] alimentado por ideas racistas preexistentes que subyacen en la sociedad, acentuándose el desprecio a la mujer migrante no nativa que no suele ser beneficiaria de las políticas de natalidad. Las mujeres más visibles en estos partidos raramente pertenecen a minorías étnicas, sexuales o religiosas, de ahí que su postura en torno al género se defina en función de ese nacionalismo y nativismo inherente a esta ideología, enmarcándose en el discurso dominante: inmigración e seguridad. Recurriendo a la misma estrategia para atraer a personas LGTBI, Le Pen se habría decantado por un «feminacionalismo» apoyándose en un discurso pseudoemancipador, poco coherente cuando se asume desde posiciones rigoristas. La extrema derecha se atribuiría así el papel de guardiana de las libertades de las mujeres francesas frente a la amenaza foránea, los migrantes, a quienes vincula con las agresiones sexuales.

En entornos de carácter patriarcal como este observamos que muchas mujeres se arrogan comportamientos igualmente patriarcales que pueden prestarse a cierta sobreactuación en la vida pública. Cabría considerar que las mujeres que aquí ocupan posiciones relevantes, atendiendo al estilo de liderazgo de Rocío Monasterio y Macarena Olona (Vox), estarían adoptando un lenguaje «masculinizado» en tanto que reproducen estereotipos de género asociados al varón. Un rol de fuerza visible en los ademanes, actitudes y en el ataque al pensamiento contrario que es empleado indistintamente contra hombres y mujeres. No obstante, esta «masculinización» de los comportamientos no comporta aquí pérdida de feminidad. De hecho, las mujeres que militan en movimientos reaccionarios acostumbran a reivindicar para sí mismas la verdadera condición de mujer. Esa «verdadera feminidad» estaría estrechamente ligada a la maternidad, entendida esta como una elección irrenunciable.

El planteamiento igualitarista de la extrema derecha consistiría entonces en que la «mujer valiente»[9] es aquella que es capaz de prosperar en sus filas, –de un mayoritario perfil profesional que rompe con el arquetipo de buena mujer y esposa que predican–, se asimile de facto a los roles de género masculinos. De esta manera, una formación como Vox trataría de erigirse como un modelo de igualdad, «el modelo de igualdad real» que se presenta como alternativa a lo que han denominado «feminismo sectario». A partir de ahí se fabrica el siguiente mensaje: «yo estoy aquí por mis méritos, las demás, las feministas, por cuota». En este sentido orientó Macarena Olona su intervención en un acto durante la campaña de Castilla y León: «Vox no acepta que a las mujeres se nos convierta en seres débiles, en víctimas colectivizadas y utilizadas políticamente para mantener sus chiringuitos»[10].

Pero la meritocracia cómo éxito del neoliberalismo aplicada al género no deja de ser problemática, puesto que la cuota de presencia de las mujeres en la sociedad en todos los segmentos se ha incrementado, pero sigue siendo de una insuficiencia absoluta, realidad que estas formaciones se resisten a reconocer. Asimismo, rechazan que la educación sexista y la imposición de roles tenga un efecto real en la vida y comportamientos de hombres y mujeres, llevándoles a mostrar complacencia ante actitudes machistas. Prueba de ello, el vídeo que Olona compartió hace unos días en su perfil de Twitter el que se burlaba del físico de la Ministra de Igualdad junto a dos votantes de Vox[11].

A efectos de propaganda, el interés de la extrema derecha por proyectar mujeres equiparables a los hombres resulta engañoso, pues no contempla ambiciosos horizontes emancipatorios, sino una recreación nostálgica del pasado. El planteamiento igualitarista de la extrema derecha incurre además en una contradicción tan pronto reivindican participar de la fuerza laboral como el repliegue al hogar, enfatizando ese rol maternal histórico. Contradicciones que pueden afectar a formaciones políticamente diversas se manifiestan en cualquier ámbito cuando se señalan rostros reconocibles contraponiendo cómo viven, con el mensaje aspiracional ideológicamente formado que sostienen. Partiendo del sexismo y machismo que continúa lastrando sociedades razonablemente avanzadas, esta trampa pasaría más desapercibida, pudiendo imponerse gradualmente, en definitiva, esa forma de entender la sociedad que le asigna a la mujer un papel subordinado. Comentarios como el que realizó el portavoz de Vox en Móstoles en un pleno municipal, atribuido más tarde a un lapsus, ejemplifican esta visión profundamente interiorizada: «En VOX hay muchas mujeres de gran valía, casi tanta como la de los hombres».

Vox es consciente que para convencer a más mujeres necesita evolucionar del antifeminismo más férreo de Giorga Meloni (Fdl), que ve en el feminismo un movimiento de naturaleza perversa y destructiva, a una solución próxima a la vía Le Pen. Un «feminismo conservador» que logre el equilibrio entre manifestaciones contradictorias: mujeres que asumen roles masculinizados en sus filas vs. discurso moralizante en torno a roles de género diferenciados para hombres y mujeres. Pero aquella visión del feminismo como engranaje de una trama globalista contra los valores conservadores, evidencia una perspectiva nacional-católica que en España también abrazan figuras estratégicamente situadas en la izquierda. Ya sea como males atribuidos al progresismo o al liberalismo político, los roles no tradicionales asumidos por la mujer como el empleo fuera del hogar suelen estigmatizarse siendo señalados como causa de los datos de divorcio y natalidad. Tanto la extrema derecha que habla de «natalidad nacional»[12] como la izquierda conservadora y moralista entienden la maternidad una dimensión puramente nacionalista. Desde esta óptica, el feminismo sería un movimiento orientado a destruir el tejido de la vida familiar y al que la sociedad debe responder incentivando la natalidad.

Esta reducción sexista de la mujer estaría perfectamente camuflada en un discurso social enfocado a temas que afectan y preocupan a los jóvenes como la precariedad. El discurso cala ya no solo entre los más conservadores. También en una generación que nació cuando ya se había producido un cambio cultural significativo respecto a cómo vivían sus abuelos, disfrutando las mujeres de libertades y derechos cuya desaparición ni siquiera contemplan. Una generación que ahora, en momentos de incertidumbre ante la evolución de la economía global, percibe un vacío abismal cuando piensa en el futuro. De acuerdo a esto, quienes recurren a la precariedad como explicación unívoca encuentran un culpable conveniente para incorporar recetas del pasado, para rescatar ideologías amortizadas, emular organizaciones, principios y marcos ideológicos de instrumentos de transformación social de principios de siglo pasado.

Si algo define al reaccionarismo de nuestros días en cualquiera de sus formas es esa mirada radical al pasado en oposición a las expresiones modernas de emancipación sexual. Vivir la sexualidad al margen de una relación afectiva estable, algo normalizado mucho antes en hombres que en mujeres, nunca se había asociado a la infelicidad hasta la liberación sexual. Hoy cuando se alude al matrimonio heterosexual como un elemento que necesita ser reivindicado, –atribuyéndole al poliamor una entidad que no tiene en la sociedad–, lo que se sigue rechazando en realidad es a la mujer soltera y sin hijos, cualquier proyecto de vida que implique el cuestionamiento del papel tradicional de la mujer. El libro Cuando nos prohibieron ser mujeres y os persiguieron por ser hombres de la diputada de Vox en la Asamblea de Madrid Alicia V. Rubio reafirma esta idea considerando que estamos ante un «feminismo de tercera generación liderado por lesbianas», que ha llevado a la desfeminización de la mujer, despojándola de su papel sociológico, la maternidad, y creándole en consecuencia «situaciones de infelicidad» mientras que al hombre se le habría negado los atributos que definen su virilidad. Calificando la ausencia de hijos como «fracaso evolutivo» añade, –y aquí logra captar fielmente la aversión de su partido hacia la educación y diversidad sexual–, que las políticas de igualdad y la perspectiva de género «tratan de convertir a la hembra humana en una bonoba, con una sexualidad promiscua, homosexual y sin compromiso para la que biogenéticamente no está programada».

La extrema derecha en España no constituye la mayoría social, pero sí una minoría mayoritaria. El discurso de Vox, esa imagen que proyectan de una España con unos principios donde ellos se atribuyen una representación casi mesiánica, no resiste cuando se compara con los hechos. La sociedad española es distinta a la que dibujan, ni territorial ni socialmente homogénea. Pero en un contexto de «batalla cultural» como el actual en el que los hechos pierden valor –y en el que esta se sustenta en la incertidumbre y en los estragos de crisis encadenadas a lo largo de muchos años– parece razonable no subestimar su capacidad para establecer feudos y penetrar en zonas económicamente deprimidas. Habiendo logrado popularidad sobre todo entre varones sosteniendo una retórica manifiestamente antifeminista, no está claro que estos intentos de articular una suerte de feminismo conservador –que no cambia sustancialmente su visión patriarcal de la mujer– pueda reportarles resultados positivos a corto o medio plazo. Sin signos de moderación creíbles, hoy es posible afirmar que existe un riesgo real de reversión del progreso social y político conquistado en el campo de la igualdad.

Laura Méndez (@lmendezgr) es politóloga, escritora y consultora, máster en operaciones de inteligencia y contrainteligencia, investiga y divulga sobre radicalización, yihadismo y extrema derecha.

Notas

[1] Familia política de partidos caracterizada por la articulación populista del nativismo (nacionalismo identitario excluyente) oposición a la migración (exaltación de diferencias culturales respecto a árabes y musulmanes) y retórica autoritaria (énfasis en ley y orden). Véase Mudde, Cas. (2009). Populist radical right parties in Europe. Cambridge: Cambridge University Press; Lazaridis, Gabriella, Campani., Giovanna, (2016) Understanding the populist shift: othering in a Europe of crisis. London: Routledge,; Mudde, Cas. (2016) The far right today. Cambridge: Polity Press.

[2] Jain, Shruti., Iyer, Prithvi. (4 de enero 2021). An unlikely match: Women and the far-right. Observer Research Foundation. Recuperado de: https://www.orfonline.org/expert-speak/unlikely-match-women-far-right/

[3] McRobbie, A. 2018). European sexual politics: anti-gender and the far right. Australian Options, (87), pp. 26–28, https://search.informit.org/doi/10.3316/informit.515436641951049; McRobbie, Angela. (18 January 2018). Anti-feminism and anti-gender far right politics in Europe and beyond. openDemocracy. Recuperado de: https://www.opendemocracy.net/en/can-europe-make-it/anti-feminism-and-anti-gender-far-right-politics-in-europe-and-be/

[4]Leidig, Eviane. (16 de octubre de 2021) ‘’We are worth fighting for’’: women in far-right extremism. International Centre for Counter-Terrorism. Recuperado de: https://icct.nl/publication/women-far-right-extremism/

[5] Kovats, Eszter. (2017). The emergence of powerful anti-gender movements in Europe and the crisis of liberal democracy in Michela Köttig, Renate Bitzan and Andrea Peto (eds) Gender and far-right politics in Europe, Basingstoke: Palgrave Macmillan; Acker, J. (2004). Gender, capitalism and globalization, Critical Sociology, 30 (1), 17–40, https://journals.sagepub.com/doi/10.1163/156916304322981668; Beas-ley, C. (2008). Rethinking hegemonic masculinities in a globalizing world, Men and Masculinities, 11 (1), 86–103, https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/1097184X08315102.

[6] Los canales antifeministas más seguidos en YouTube pertenecientes a mujeres, similares en estética y contenidos, tienen actualmente 329.000, 256.000 y 165.000 seguidores. Algunas han sido expulsadas de otras plataformas como twitter. También usan canales secundarios donde suben semanalmente clips de directos de Twitch.

[7] Worth, O. (2021). Reasserting hegemonic masculinity: women’s leadership within the far right. International Affairs on ‘The rise of right-wing populism and extremism in an era of global change: critical feminist analyses. Recuperado de: https://www.ul.ie/research/reasserting-hegemonic-masculinity-womens-leadership-within-far-right

[8] M Vieten, U. (2016). Far Right Populism and Women: The Normalisationof Gendered Anti-Muslim Racism and Gendered Culturalism in the Netherlands, Journal ofIntercultural Studies, 37 (6), 621-636, DOI: 10.1080/07256868.2016.123502

[9] Vox España. (7 febrero 2022) ¡Conoce a las mujeres valientes de Vox! YouTube. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=kgdnCtiIbi0

[10] Vox España. (5 febrero 2022). Olona denuncia a quienes consideran a las mujeres débiles y las usan políticamente para mantener sus chiringuitos. Voxespana.es Recuperado de: https://www.voxespana.es/actualidad/olona-denuncia-a-quienes-consideran-a-las-mujeres-debiles-y-las-usan-politicamente-para-mantener-sus-chiringuitos-20220205

[11] Olona, M. [@Macarena_Olona] (4 febrero 2022). Recuperado de: https://bit.ly/3uFkxzX

[12] Abascal, S. [@Santi_ABASCAL] (7 febrero 2022). Recuperado de: https://twitter.com/Santi_ABASCAL/status/1490779247761362946

Fotografía de Álvaro Minguito