La izquierda transformadora ante un nuevo ciclo político en España. Hacia la XII Asamblea de IU

Han pasado cuatro años desde la celebración de la XI Asamblea Federal de Izquierda Unida y la Coordinadora del pasado 17 de octubre convocó formalmente la XII, cuyos trabajos culminarán el próximo 16 de enero con la aprobación de los documentos políticos y la elección de la nueva dirección. Desde junio de 2016 han pasado muchas cosas que han transformado el escenario político de nuestro país: las elecciones generales del 26 de junio de 2016 tras la investidura fallida de Rajoy, que finalmente logró ser investido gracias al golpe interno en el PSOE que desbancó a Pedro Sánchez, el referéndum en Cataluña del 1 de octubre de 2017, la moción de censura de 2018, la irrupción de la extrema derecha, las dos elecciones generales de 2019, el Gobierno de coalición, la pandemia del coronavirus…

Y en un escenario político tan convulso, la izquierda transformadora que representa Izquierda Unida también ha visto moverse sus propias bases en términos de representación social e institucional. No obstante, su crisis venía de antes. El desarrollo de la crisis económica que comenzó en 2008 supuso una ruptura de los consensos sobre los que descansaba la hegemonía del orden político de nuestro país; una crisis de régimen que, paradójicamente, estuvo a punto de convertir a Izquierda Unida en una organización extraparlamentaria en las elecciones del 20 de diciembre de 2015, si bien la implantación municipal de la coalición había sido refrendada solo unos meses antes. El surgimiento de nuevos actores políticos que supieron conectar con más tino con el sentido común del momento histórico abrió un nuevo escenario en el que ya no somos la fuerza hegemónica a la izquierda del PSOE, al menos en el ámbito estatal.

Sería un error abordar este escenario desde un espíritu de derrota. Lejos de una lectura en clave interna, corporativa o ensimismada, la profunda crisis en la que todavía estamos inmersos nos exige estar a la altura de un momento histórico que presenta notables particularidades como la existencia de un Gobierno de coalición con ministros de la izquierda transformadora, entre ellos el propio Coordinador Federal de Izquierda Unida. Este es el contexto en el que llegamos a la próxima Asamblea, un contexto que reclama un análisis certero de la realidad concreta para poder marcar una hoja de ruta adecuada para la nueva etapa que se abrirá para la organización.

Son dos los principales retos que en los próximos meses ocuparán a la militancia de Izquierda Unida, que se reunirá en asambleas locales, comarcales, provinciales y regionales para debatir los documentos políticos y, finalmente, aprobar también la lista de miembros de la nueva coordinadora política. Clarificación del proyecto político-organizativo de la izquierda transformadora, por un lado, y, por otro, despliegue de nuestro proyecto republicano de país.

El primer reto tiene que ver con la capacidad de ofrecer certezas sobre cómo y por qué hemos llegado hasta aquí y cuáles son los verdaderos debates que la izquierda transformadora tiene que afrontar en el próximo ciclo político. La velocidad endiablada de la coyuntura política de los últimos años ha sumido en el desconcierto no solo a la base socioelectoral de Izquierda Unida sino también a una parte importante de la propia militancia que, además, está expuesta al cruce de informaciones que ocupa algunas cabeceras digitales, a veces más cercanas a la ciencia ficción que al periodismo. No es nueva la situación, ya cuando la Izquierda Unida de Julio Anguita decía las verdades del barquero sobre las consecuencias de la integración europea neoliberal o los incumplimientos de los pactos de la Transición en lo relativo a los derechos sociales colectivos, los medios de comunicación no daban cuartel a una izquierda que era ridiculizada por ir a contracorriente. Hoy la lógica es la misma, la vida interna de la izquierda solo vende cuando protagoniza intrigas palaciegas.

No. El debate que afronta Izquierda Unida en esta Asamblea no es su fusión o integración en Podemos. No hay ninguna posición política que defienda tal objetivo, ni tampoco que quiera desarrollar una hoja de ruta que implique inexorablemente ese escenario. Después de cuatro años augurando la cacareada disolución, difícil lo tienen quienes conviertan dicha ucronía en el eje central de su propuesta. Las familias trabajadoras de nuestro país merecen mucho más.

Reducir dicho desconcierto, lógico si tenemos en cuenta todo el ruido que rodea a Unidas Podemos, espacio político del que formamos parte, debe ser un objetivo prioritario para esta Asamblea. El escenario es propicio. Una Asamblea significa la apertura en canal de una organización democrática. Una apertura a la participación y la confrontación de ideas y propuestas en la que la pedagogía es un instrumento fundamental para desbrozar el camino. Y en este empeño creemos que el debate sobre cómo nos organizamos y para qué debe tener dos dimensiones: una de diagnóstico y otra de prospectiva.

En cuanto al diagnóstico, quienes firmamos este artículo defendemos una posición en esta Asamblea que es heredera de la línea política aprobada en la anterior y desarrollada por la actual dirección, con Alberto Garzón a la cabeza. Ya en la XI Asamblea se planteaba, coherentemente con el contexto en el que se celebraba, la necesidad de poner patas arriba nuestra organización. El término ‘superación’ generó cierta polémica pero parte del mismo análisis que, ahora, nos lleva a plantear el refuerzo de Izquierda Unida para el fortalecimiento de Unidas Podemos: necesitamos consolidar los espacios y las dinámicas cotidianas de trabajo como movimiento político y social para superar definitivamente los retazos de partido institucionalizado. Análisis, por cierto, que conecta con las propuestas de refundación que se vienen planteando desde la VIII Asamblea en la que Enrique Santiago disputó la Coordinación Federal con Gaspar Llamazares.

Sigue siendo imprescindible la resolución de algunos de los problemas que la organización venía arrastrando durante demasiado tiempo, aquellos mismos problemas que le impidieron ser la fuerza política dirigente de la crisis de régimen que se abrió tras la eclosión de la crisis económica de 2008. Se ha avanzado mucho en esta dirección durante los últimos cuatro años, profundizando los mecanismos de participación, transparencia y rendición de cuentas de una organización que intenta parecerse cada vez más a la sociedad que aspira a construir. No obstante, es necesario profundizar más en la configuración de un movimiento político social que sea capaz de conectar con las nuevas formas de socialización y militancia política propias del siglo XXI. Esto solo será posible a partir del desarrollo de espacios atractivos para la elaboración política y programática, con una estrecha conexión entre lo social y lo institucional, convirtiendo a Izquierda Unida en un instrumento efectivo de participación y poder popular.

En el ejercicio de prospectiva, quienes suscribimos este artículo también pensamos que la izquierda es precisamente transformadora cuando, asumiendo la tesis 11 de Feuerbach, deja de dar fe de la realidad, como si de un notario se tratase, y se propone transformarla mediante la acción política. En este sentido, nos ata políticamente la tradición histórica que atraviesa de las primeras propuestas de unidad antifascista en los años 30 a Unidas Podemos, pasando por el Frente Popular, el impulso de las Comisiones Obreras, la Junta Democrática o la misma creación de Convocatoria por Andalucía e Izquierda Unida en los años 80.

Ahora de lo que se trata es de ser capaces de, partiendo de la situación actual, trabajar para la consolidación de un frente amplio que sirva de plataforma para lo que hoy en día se organiza en torno a Unidas Podemos y los actores políticos que lo conforman. Pero no para resolver de manera burocrática y reglada la organización de nuestro espacio político. Al contrario, se trata de trascender el espacio actual ampliándolo a otros actores políticos y fuerzas sociales, desarrollando el proyecto de convergencia política profundizando en los espacios de deliberación, toma de decisiones y rendición de cuentas. Para eso, es imprescindible que Izquierda Unida y los actores que la conforman se refuercen, porque la tarea es ingente y no existe una ley causal que determine que sin nuestro concurso terminará conformándose de la manera que mejor nos convenga.

El segundo reto, estrechamente ligado a las propuestas de Izquierda Unida para la organización de la izquierda transformadora de nuestro país, es desarrollar el bosquejo del proyecto de país que proponemos como horizonte de transformación del orden establecido en España. Un nuevo orden que debemos construir desde la cotidianidad y que en última instancia debe ser el resultado de alianzas sociales, políticas y culturales amplias.

Hablamos de un proyecto de República Federal, Plurinacional y Solidaria que no solo ofrezca respuestas al problema territorial sino que arraigue en el conjunto de anhelos e injusticias que sufre la ciudadanía, muchas de ellas no expresadas políticamente de forma explícita. Así pues, nuestra República es lo contrario a una propuesta maximalista, esto es, una propuesta excéntrica que se lanza por impotencia o incapacidad. Izquierda Unida forma parte del hilo rojo de la historia española y conecta con el republicanismo que tantos avances consiguió y tantos obstáculos, con tanta violencia, afrontó. Porque fueron, somos. Sin embargo, nuestro proyecto republicano conecta con las necesidades del presente y la construcción colectiva nuestro futuro.

Se equivocan quienes pretenden medir el grado de compromiso republicano con el tono de la mera crítica antimonárquica. Entender la política como una lucha permanente por la hegemonía nos obliga a extender la lucha político-cultural más allá del ámbito institucional. Esto, en términos republicanos, significa que no podemos circunscribir nuestro proyecto de país a la cuestión territorial. Dicho de otra manera, la República sirve, en última instancia, para que las familias trabajadoras de nuestro país vivan mejor. La República es un proyecto de reconstrucción y renovación nacional que hace suyos el conjunto diverso de problemas de los españoles y de las españolas.

España necesita un reequilibrio económico, social y territorial. La expresión territorial de la crisis de Estado que sufre nuestro país no se limita a la cuestión de la plurinacionalidad. Hay un nexo que conecta a la España plurinacional con la España vaciada y rural: la necesidad efectiva de descentralización. La centralización es, a día de hoy, el nudo gordiano de lo que podríamos denominar ‘cuestión nacional española’. La gestión de la pandemia ha puesto de manifiesto una realidad de soberanías compartidas que necesitan de la máxima colaboración desde un punto de vista federal para evitar tentaciones corporativistas que atenten contra el bien común.

Estas son algunas de las cuestiones que trabajaremos hasta enero en el proceso participativo de la XII Asamblea Federal. Son extraordinarios los retos que afrontamos en Izquierda Unida, como son extraordinarios los retos que afrontamos país en un momento histórico crucial. El debate colectivo, profundo y honesto, no es una garantía de acierto, pero sí nos garantiza, al menos, no equivocarnos.

Ángel de la Cruz (@angeldelacruziu) es coordinador de laU y responsable de Estrategia política de Izquierda Unida.

Javi Moreno (@javimoga) es responsable del Área Ideológica del Partido Comunista de España y miembro del consejo de redacción de laU.

Fotografía de Álvaro Minguito.