La reconfiguración del espacio político de la derecha en España: de la foto de Colón al 10-N

Los resultados de las elecciones del 28-A, hace dos años, supusieron una derrota sin paliativos para las formaciones de derechas. No solo perdieron en cuanto al número de votos frente al bloque de la izquierda –11.169.796 votos para los partidos de derechas frente a los 11.213.684 votos de los partidos de izquierdas–, sino que, debido a la fragmentación del voto en el espacio ideológico de la derecha, el PSOE se erigió como el ganador indiscutible de la noche electoral ante la ausencia de una alternativa creíble a su liderazgo político. Mientras que este partido obtuvo 123 escaños, la siguiente fuerza, el PP, obtuvo apenas 66 escaños, 71 menos que en las anteriores elecciones. Un auténtico descalabro para un PP que, desde que comenzó a concurrir a las elecciones bajo estas siglas, nunca había obtenido un resultado tan malo.

Esta derrota supuso un auténtico revés para una derecha que, durante los meses anteriores a la celebración de las elecciones, había reclamado en numerosas ocasiones la convocatoria de elecciones, dando lugar a la ya más que famosa foto de Colón, que marcó un antes y un después en la reconfiguración del espacio político de la derecha en nuestro país y estableció, de facto, la política de bloques –de la que aún no hemos salido–.

En consecuencia, de cara a la repetición electoral que tuvo lugar unos meses más tarde, y con el objetivo de evitar lo sucedido el 28-A, la derecha apeló en mayor medida a lo que coloquialmente se conoce como «voto útil», también llamado «voto estratégico». Un fenómeno que hace referencia a la idea de decidir el voto en función del eventual resultado de las elecciones, y no así en función de los intereses personales o ideológicos. Es decir, estamos hablando de un voto que no iría dirigido hacia la opción preferida –que podría ser, en este caso, Ciudadanos–, sino hacia la que, dentro de las preferencias ideológicas individuales, tenga más posibilidades de obtener representación en una determinada circunscripción electoral –como fue, en la mayoría de ocasiones, el PP–.

En este sentido, para que se produzca este fenómeno la cantidad de información que necesitan los votantes es, en contra de lo que pudiera parecer, bastante baja. Únicamente es necesario saber si la opción preferida tiene posibilidades de obtener un escaño en esa circunscripción, lo que se puede llegar a conocer, con mayor o menor precisión, por el resultado de las anteriores elecciones[1]. Ahora bien, los votantes no actúan completamente solos. El fenómeno del voto estratégico es un proceso mediado por las élites de los partidos políticos: ellas señalan si la carrera por la representación está reñida y los votantes hacen el resto con una asombrosa precisión. Así pues, ¿fue realmente el fenómeno del voto estratégico un elemento esencial a la hora de explicar la correlación de fuerzas que se produjo en el espacio político de la derecha en las elecciones del 10-N?

Con el objetivo de responder a esta pregunta conviene llevar a cabo un análisis de la intención de voto entre los partidos de derechas en función de una serie de escenarios que contemplan la correlación de fuerzas que tuvo lugar, a nivel de cada circunscripción electoral, en las elecciones del 28-A. Es decir, si en esa provincia ganó uno u otro bloque ideológico o si, en cambio, la competición estuvo más ajustada y se produjo un empate; también, si partidos como Ciudadanos o Vox obtuvieron escaño o, por el contrario, no lo hicieron y sus votos se fueron a la basura.

La disputa entre el PP y Ciudadanos: un asalto fallido al liderazgo de la derecha

Durante los últimos compases de la campaña electoral del 10-N, las llamadas al voto útil por parte del PP[2] se hicieron cada vez más frecuentes, llegando a pedir abiertamente el voto a los votantes de Ciudadanos y de Vox. Esta táctica cobró una especial relevancia en aquellas circunscripciones donde Ciudadanos no consiguió obtener representación el 28-A –como Cuenca, Soria o Lugo, entre otras–. En estas provincias, la probabilidad de votar al PP frente a Ciudadanos fue, de media, casi diez puntos superior a la de aquellas provincias donde el partido naranja sí obtuvo representación el 28-A (Gráfico 1). Esto indica que sí se produjo un cierto voto estratégico en aquellas provincias donde Ciudadanos tenía más difícil su entrada en favor del partido que, según todas las encuestas, iba a ser mayoritario en el bloque de la derecha: el PP.

El factor ‘Vox’ y el voto estratégico en las zonas más rurales

Un factor fundamental para comprender los movimientos entre el electorado de derechas, también entre el PP y Vox, de cara a maximizar los resultados en estas elecciones fue, de nuevo, la obtención de representación por parte de estos últimos en las elecciones del 28-A.

En aquellas provincias donde Vox llegó a obtener representación parlamentaria –aquellas que contaban, generalmente, con una magnitud superior a los 6 o 7 escaños– la probabilidad de votar al PP frente a Vox fue menor que en aquellas donde este partido no obtuvo representación. O lo que es lo mismo, en aquellos lugares donde Vox sí logró entrar el 28-A el voto útil en favor del PP fue menor (Gráfico 2).

En cambio, en las provincias donde Vox no obtuvo representación –que se corresponden con las provincias más rurales y menos pobladas de nuestro país y, por lo tanto, con una mayor barrera de entrada– los votantes de derechas optaron, en mayor medida, por la opción cuya probabilidad de obtener escaños y maximizar así la representación del bloque de la derecha era mayor, es decir, el PP.

No obstante, este no fue el único factor determinante en la elección entre el PP y Vox. En aquellas provincias donde se produjo un empate a nivel de escaños el 28-A entre el bloque de izquierdas y de derechas –lo que sucedió en algunas provincias con un número de diputados par y bastante reducido, como León, Cáceres, Burgos o Albacete, entre otras– la probabilidad de votar al PP frente a Vox fue mayor que en aquellas donde este empate no tuvo lugar (Gráfico 3).

En definitiva, en aquellas circunscripciones donde la competición entre bloques fue muy ajustada en las elecciones del 28-A un mayor número de votantes de derechas optaron por el PP frente a sus principales competidores, Vox y Cs, lo que apunta a que esa llamada al voto útil, efectivamente, surtió efecto en algunas provincias.

¿Fue el PP el único polo en torno al cual giró el voto estratégico?

Mientras que el principal perjudicado de la repetición electoral en el espacio ideológico de la derecha fue Ciudadanos, que perdió 47 escaños, hubo dos partidos, el PP y Vox, que se beneficiaron de esta caída y crecieron tanto en votos como en escaños. Los populares obtuvieron 23 escaños más, situándose como segunda fuerza con 89 diputados, mientras que los de Santiago Abascal experimentaron un crecimiento de 28 escaños, escalando hasta la tercera posición con sus 52 diputados. Así pues, ¿podemos decir que fue el PP el único polo en torno al cual giró el voto estratégico durante el 10-N? En principio, no.

Una gran parte de los votos de Ciudadanos se fueron, no solo al PP, sino también a Vox. En aquellas provincias donde estos obtuvieron representación el 28-A, que, como hemos visto antes, son aquellas con una magnitud de circunscripción mediana o grande –superior a los 6 o 7 escaños, donde se encuentran desde provincias como Almería o Granada, con 7 escaños cada una, hasta Madrid, que cuenta con 37 escaños–, la probabilidad de votar a Vox frente a Ciudadanos aumentó, de media, en casi diez puntos (Gráfico 4).

Dicho de otra manera, en aquellos lugares donde Vox consiguió presentarse a sí mismo como un valor seguro, capaz de alcanzar representación y competir con el PP, la probabilidad de voto a Ciudadanos frente a ellos fue menor. Aunque los resultados del 28-A no lo avalaban aún, todas las encuestas de cara al 10-N apuntaban que Vox se encontraba en constante crecimiento. Esta sensación de confianza –de cara a obtener representación– en un partido que apenas estaba comenzando a andar se tradujo, como pudimos ver más tarde, en una amplísima transferencia de voto desde Ciudadanos a Vox.

En definitiva, en un contexto como el que tuvo lugar en 2019, con el sistema político empapado por una profunda polarización afectiva y la política completamente imbuida por una disputa entre dos bloques ideológicos claramente diferenciados, lo que estaba en juego en las elecciones del 10-N era demasiado –más aun teniendo en cuenta que estas eran las cuartas elecciones en apenas cuatro años–. Por ello, ante la amenaza de volver a perder unas elecciones como estas, con lo que ello implica[3], las arenas movedizas de la derecha política en España comenzaron a moverse, dando comienzo a la caída de Ciudadanos y al auge de Vox, que aún hoy se mantiene en una cómoda tercera posición en las encuestas. Aunque la derecha no logró alcanzar la victoria en la repetición electoral de noviembre, esto supuso la sentencia de muerte para Ciudadanos, que perdió dos tercios de los votos logrados unos meses antes, dejándose 47 escaños por el camino. Los ciudadanos, sintiendo que, una vez más, se jugaban demasiado en las urnas, optaron por quienes supieron transmitir una mayor confianza de que su voto no iría a la basura.

En la actualidad, con este proceso de reconfiguración aún vigente tras más de dos años, las elecciones del 4-M en la Comunidad de Madrid han servido para ponerle un ansiado punto y final, lo que ha provocado que el bloque de la derecha despegue en las encuestas hasta estar rozando la mayoría absoluta. Asimismo, estas elecciones han servido para impulsar de nuevo a la arena nacional a Más País, quien –como Más Madrid– ha logrado llevar a cabo un sorpasso al PSOE, encabezando así la oposición a Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Es decir, mientras que la derecha se ha simplificado[4], la izquierda ha vuelto a complejizarse, lo que definitivamente será una de las claves del nuevo ciclo electoral, que concluirá, tal y como apuntan desde el Gobierno, en 2023.

En resumen, con el bloque de la derecha nuevamente reunido en Colón bajo la sombra de la ultraderecha y en un ambiente de plena colaboración, lo que ocurrió hace dos años debería servir como advertencia a la izquierda del camino que hay que seguir durante los próximos años. En un sistema electoral como el nuestro –que provoca auténticas carnicerías en el reparto de escaños por debajo del 10% del voto[5], como ha podido experimentar Ciudadanos– es imprescindible gestionar las expectativas en la obtención de representación de tal manera que el votante no tenga que verse muy a menudo en la tesitura de elegir dónde vale más su voto.

Notas

[1] Lago, Ignacio. (1 de enero de 2008). Rational Expectations or Heuristics?: Strategic Voting in Proportional Representation Systems. Recuperado de: https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/1354068807083822

[2] Junquera, Natalia. (8 de noviembre de 2019). El PP envía dos millones de mensajes telefónicos para pedir el voto. El País. Recuperado de: https://elpais.com/politica/2019/11/08/actualidad/1573216654_642361.html

[3] León, Sanda. (24 de marzo de 2021). Jugarse todo. O nada. El País. Recuperado de: https://elpais.com/opinion/2021-03-24/jugarse-todo-o-nada.html

[4] Vicente Guisado, Daniel. (21 de mayo de 2021). El sistema de partidos español vuelve a mutar: ¿la izquierda se compleja, la derecha se simplifica? Público. Recuperado de: https://blogs.publico.es/otrasmiradas/49266/el-sistema-de-partidos-espanol-vuelve-a-mutar-la-izquierda-se-complejiza-la-derecha-se-simplifica/

[5] Rama, José & Fernández-Esquer, Carlos. (21 de noviembre de 2019). ¿Cómo se comporta con los partidos nuestro sistema electoral? Eldiario.es. Recuperado de: https://www.eldiario.es/piedrasdepapel/comporta-partidos-sistema-electoral_132_1241229.html

Alejandro Solís (@AlejandroSRguez) es politólogo y máster en Análisis Político y Electoral por la UC3M.

Fotografía de Álvaro Minguito.