Bad Bunny y la dialéctica de la ideología

Caro es el videoclip más llamativo del rompedor álbum X100pre, donde el trapero de Puerto Rico redefine su estilo, demostrando así una versatilidad que trasciende géneros (lindando con el pop-rock, como en el tema Tenemos que hablar, o sampleando la bachata, en La Romana).

En el capítulo 13 de la tercera temporada de No Te Metas En Política, Nacho Vigalondo desarrolla un análisis del videoclip Caro de Bad Bunny que no por anunciado deja de resultar novedoso, impactante y aún perturbador.[1]Para Vigalondo, Caro es un ejemplo de la puesta en práctica de la tríada dialéctica hegeliana, según la cual el proceso de la Idea en la historia se desplaza desde un punto de partida (Tesis) a su Antítesis, para culminar en una Síntesis que no es más que un regreso aparente al punto de partida, al que se ha incorporado su propia negación en tanto que reconciliación de los extremos.

Pasando por alto el detalle académico de que la tríada de T-A-S no es hegeliana sino que procede de Fichte, la primera parte del videoclip se identificaría con la mencionada Tesis. Y de manera muy sorprendente, Bad Bunny es reemplazado por una mujer que puede simbolizar la deconstrucción y feminización de Bad Bunny, o también puede ser una reivindicación como aquella que afirman las feministas de la igualdad: no hay que ser un hombre para poder ser Bad Bunny. Ahora bien, a pesar de la feminización del personaje, nos encontramos con Bad Bunny en estado puro, del mismo modo que la elección de Margaret Thatcher como premier del Reino Unido no puede entenderse como un avance feminista, pues de hecho sus políticas fueron en el sentido contrario al del igualitarismo de los gobiernos laboristas anteriores. Nos encontramos por tanto con el mensaje fundamental del Bad Bunny más esencializado: la reivindicación del lujo, del individualismo y del narcisismo. Bad Bunny es caro, y demanda respeto a su condición: “qué carajo te importa a ti”.

Ahora bien, tras un viaje a lomos de un Ferrari turquesa, en el que la protagonista desciende al barrio, el videoclip entra, como dice Vigalondo, “en barrena” y nos ofrece una pasarela por la que desfilan mujeres con cuerpos no normativos, que tradicionalmente están fuera de este tipo de videoclips: mujeres mayores, con sobrepeso,  con discapacidad… Según Víctor Lenore[2], debemos andarnos aquí con cuidado. La protagonista del videoclip Caro, de “pecho plano, piel blanca y pelo rapado, que luce estilismo de revista de tendencias (uno de esos ‘looks’ andróginos, ‘queer’ y de ‘género fluido’ tan de moda en los últimos tiempos)”, está blanqueando el género, en una reacción a la emergencia de cuerpos latinos y voluptuosos del reguetón de la década de los 2000. De este modo, lo que parecía una celebración de la diversidad se convertiría en una trampa de la diversidad que encubre la desaparición de un sujeto determinado (el que, frente a Bad Bunny, encarnarían actualmente Becky G. o Natti Natasha).

Pero si continuamos el análisis estructural de Caro, vamos a ver que la protagonista no encarna tampoco la conclusión argumental del videoclip. A continuación, todo parece romperse y la sobredosis de diversidad convierte en insostenible la posición subjetiva adoptada por la coneja mala. Se produce un cambio en el tono y Bad Bunny regresa en un entreacto que supone la aparición de lo que Hegel llamaba el trabajo de lo negativo: la contradicción disolvente, incluso lo que en otro pasaje de la Filosofía Real llamaba la “noche del mundo” en la que se suceden representaciones fantasmagóricas fruto de la propia fecundidad de la imaginación y a las que la razón debe poner orden.

Esta negatividad absoluta se representa como una fisura en la Tierra, como un volcán de lava. Pero, atención, se trata de un volcán que no tiene que ver con la realidad anterior (la aparición de un desfile de la diversidad) sino un volcán imaginario, proyectado contra una tela. El volcán no es, por tanto, la ruptura, sino una formación reactiva a la ruptura. Aquí debemos detenernos un segundo para retomar la tríada de Jacques Lacan entre Imaginario, Simbólico y Real. Como en las películas de terror, donde según afirma Zizek debemos abstraernos del elemento fantástico para entender el fondo Real en que se desarrolla el filme (la relación edípica con la madre en Los pájaros, por ejemplo), aquí encontramos un apocalipsis imaginario a modo de síntoma del cual debemos abstraernos para entender la magnitud del choque en lo Real que afronta Bad Bunny. Este apocalipsis imaginario no hay que buscarlo sólo en la imagen de la lava: también lo encontramos en la cotidianeidad de la vida del artista, en ese “olvido del ser” o “pérdida del fundamento” heideggerianos característico de la pista Una noche en Miami, donde “todo es superficial, nada es real”. En el mismo sentido la pista RLNDT, que rememora al niño desaparecido hace dieciocho años, habla del olvido de sí omnipresente en todo el álbum (“hola, quién soy. No sé, se me olvidó”).

Bad Bunny se enfrenta a una destitución subjetiva, a una crisis que debemos entender como trabajo de lo negativo. Esta crisis de identidad se encuentra omnipresente en todo el disco X100pre. El videoclip de la tercera pista del álbum, Quién tú eres, resulta enormemente revelador de cómo Bad Bunny enfrenta esa ruptura y esa crisis de identidad: vemos al músico practicando golpes de boxeo bajo una bandera de Puerto Rico, mientras la letra de la canción reafirma la identidad del Bad Bunny más agresivo y polémico; ahora bien, sobre el segundo minuto encontramos otra vez la quiebra, la ruptura que va a aparecer en Caro; el boxeador se acerca a Bad Bunny para decirle que lo está haciendo mal, y le enseña cómo debe dirigir los golpes. En ese momento, cambia la letra y nos damos cuenta de que la reafirmación obscena del Yo se ha transformado en agresividad contra el propio Bad Bunny, en forma de un demencial discurso superyoico que lo anula y que le devuelve su mismo mensaje: “quién tú eres”, Bad Bunny.

Regresando al videoclip de Caro, nos encontramos en un momento de negatividad absoluta que recuerda al incendio del Valhalla al final de la obra de Wagner, Gotterdämmerung. La muerte de los dioses es el comienzo de la era del ser humano, y es así como para Bad Bunny el estallido primordial es el inicio de una nueva humanidad en su propia mente. En ese renacer del artista, se produce la aceptación de la herida, de la castración freudiana. Bad Bunny ya no es Bad Bunny, encarnación del falo, sino Benito Martínez Ocasio, individuo absolutamente inerme ante el mundo. Esta soledad, esta castración, es por tanto el horror que Bad Bunny enfrenta cuando se produce la ruptura de Caro, a la que reacciona de manera desesperada con una representación de la Tierra en erupción (angustia de castración) y que acepta una necesidad de concebir un nuevo comienzo. En esta aceptación final, nos encontramos con el momento de la reconciliación hegeliana.

Ahora bien, la reconciliación hegeliana no puede concebirse como un estado de paz espiritual, como un estado de Nirvana. Por eso el videoclip de Caro no se queda en esa supuesta reconciliación, sino que regresa otra vez al principio. “Ahora veo todo claro”, afirma Bad Bunny, que ha atravesado todo el proceso dialéctico y ha reconciliado los dos extremos de la dialéctica como momentos necesarios e interdependientes. Bad Bunny atraviesa tanto el primer momento (arrogancia, superioridad, narcisismo del Yo) y el segundo momento negativo (castración) pero no para retornar a la estúpida pulsión que niega la posibilidad de la castración y reafirma infantilmente que todos los goces son posibles. Lo que asume ahora es la realidad del otro, la diversidad del otro: “ser feliz nunca me ha salido caro”. Y “con dinero y sin dinero, mi flow es caro”. Esta idea reaparece en Estamos bien, donde concluye que “tener no es malo así que estamos bien”. Llegamos por tanto a un momento donde Bad Bunny nos dice sin sonrojo, posiblemente desde algún lujoso apartamento en Miami, que el dinero no lo es todo. Pero en el videoclip nos lo dice desde el barrio, rodeado de una diversidad que por fin ha reconocido como lo realmente importante: la humanidad diversa, frente a las ilusiones fantasmáticas e hipersexualizadas del mundo de la música latina.

La estructura de Caro, lejos de resultar coyuntural, es reproducida a lo largo de todo el álbum. La primera pista, Ni bien ni mal, es el planteamiento inicial de un Bad Bunny que pelea con su propia esencia (“mi alma está en guerra, terreno sirio”). El terreno de esta batalla es el cuerpo de la mujer a la que Bad Bunny está dando un masaje, que empieza por los hombros, sigue por los pies, y concluye en su culo que ocupa un lugar central en la pantalla todo el tiempo. Ahora bien, Bad Bunny no da un masaje sensual, sino puramente frío y desapasionado. Y cuando llega finalmente a las nalgas de la muchacha, Bad Bunny se funde con la imagen de la Virgen María que preside todo el videoclip. En ese momento, se produce la primera transformación de Bad Bunny en figura sagrada, que mantendrá en la siguiente pista (200 MPH). Allí, por un lado se identifica con las olas de la marea como un ímpetu telúrico (“yo soy la ola cabrones, mejor ni remen”). Pero la ola se corona de una espuma blanca y pura que también es Bad Bunny (“ando de blanco entero cual santero”). Esta búsqueda de la pureza se sostiene en lo sucesivo, en todas las canciones que tienen por tema el desamor.

Como decíamos, debemos ver la estructura del álbum en su conjunto. Bad Bunny, en su búsqueda de identidad, sufre tres transmutaciones evidentes a lo largo del videoclip. La primera, la transmutación religiosa de Ni bien ni mal. La segunda, la transmutación de género de Caro. La tercera, cuando se representa a sí mismo como anciano en la octava pista del álbum, Si estuviésemos juntos. Este tema de las tres transformaciones es clásico en la filosofía post-hegeliana alemana. Recuerda a la tríada de lo estético, lo ético y lo religioso en Kierkegaard, si bien invertida: Bad Bunny comienza en el estadío religioso, donde toda la realidad es puesta entre paréntesis frente a su firmeza sagrada, y se cuestiona a sí mismo en el estadio ético, que es la apertura a la vida de su comunidad por medio del cuestionamiento de la diferencia sexual. Ahora bien, la tercera transformación es la más enigmática. El anciano de Si estuviésemos juntos no es otra cosa que la añoranza de la infancia, la búsqueda de recuperar eso que se perdió, ese proyecto que una vez tuvo. Lo que añora Bad Bunny es lo más difícil de todo, la tercera transformación de Nietzsche, que también piensa en términos triádicos: el camello que carga valores, el león que se contrapone a ellos, y el niño que es capaz de crear sus propios valores. Por eso la pista catorce, Estamos bien, es una afirmación vital de la capacidad de Bad Bunny para crear sus propios valores, para jugar a ese nuevo comienzo que anunciaba en Caro. De alguna manera, Bad Bunny postula que hay una alternativa al goce narcisista, y la define como un estado de felicidad igualitario, más allá del bien y del mal.

Si la filosofía tiene hoy día un papel privilegiado, es el de prolongarse hacia una teoría de la ideología. La interpretación de los fenómenos culturales, sin hacerle ascos a ninguno de ellos, es siempre mucho más productiva que el refugio en el propio imaginario, en la casa propia de las certezas y evidencias ideológicas. Pero no se trata de sorprender ingeniosamente, de trazar extraños paralelismos y de distraernos de las duras ocupaciones prácticas, en estos tiempos en que aparentemente el conflicto político es arduo y los retos para un proyecto de transformación social parecen multiplicarse. Todo cuestionamiento de lo otro (de lo ajeno a nuestra tradición cultural, ideológica o filosófica) es un cuestionamiento también del marco propio. Y lo que precisa la izquierda hoy en día es cuestionarse el propio marco y abrir su lenguaje a aquellas formas de expresión que se encuentran a pie de calle y que constituyen el acervo cultural de nuestra clase. Frente al discurso vertical que desde la tarima se limita a jugar el papel superyoico y juzgador, crítico contra toda forma de cultura popular (que no es sino el encubrimiento de nuestra propia incertidumbre, la forma izquierdista de la angustia de castración) lo que se precisa más que nunca es capacidad para dialogar con esta cultura popular, contradictoria y diversa, que se enraíza de manera profunda en nuestros barrios, en nuestros centros de estudio y de trabajo.

Luis Felip (@luisfe_lip) es profesor de Filosofía.

Notas

[1] Nacho Vigilando explica Bad Bunny #NTEMP: https://www.youtube.com/watch?v=TatVoYDF96s

[2] Lenore, V. (15 de febrero de 2019). La guerra de los cuerpos en los vídeos de reguetón. Voz Pópuli. Recuperado de: https://www.vozpopuli.com/altavoz/cultura/regueton-modelos-badbunny-maluma-ozuna_0_1218479532.html

Fotografía de Álvaro Minguito.