Ecosocialismo y el donut de Raworth: una nueva forma de mirar el mundo

El decrecimiento ha comenzado a suponer un espacio central del debate político y social superando los ámbitos académicos, científicos y activistas donde lleva décadas estudiándose.

Desde Izquierda Unida entendimos, hace ya meses, que se hacía necesario articular un discurso político y plantear una propuesta política alrededor de una agenda decrecentista que diera respuesta a este nuevo ¿qué hacer? Y hacerlo, por supuesto, con la vocación de no dejar a nadie atrás y en el marco de nuestra mejor tradición: en un proceso de diálogo abierto que trascendiera las paredes de nuestra casa para generar propuestas, sinergias y tomar acción con la mirada puesta en vivir mejor dentro de los límites biofísicos del planeta, con justicia social y democracia.

Nos propusimos generar las condiciones para poder desarrollar el debate y construir una propuesta ecosocial transformadora, esto es, un documento de consenso de mínimos que plantee una alternativa real y factible desde parámetros de decrecimiento y que sirva de elemento de partida para impulsar un tejido social y político que vaya más allá de lo institucional: un bloque histórico construido desde abajo, del que todas podamos sentirnos parte, para lo que también requerimos avanzar en el ámbito teórico y así conciliar las diferentes corrientes (como el decrecimiento, ecosocialismo, etc.) y como herramienta que ayude a superar las contradicciones que la transformación que planteamos seguro lleva aparejadas.

Compartir espacios de diálogo ante la crisis ecosocial en la que nos encontramos es tarea urgente debido a los fenómenos climáticos, la pérdida de biodiversidad y la crisis a la que nos enfrentamos y porque, también, importante: nos encontramos en una crisis de época que cambia el paradigma de las relaciones sociales y económicas. Necesitamos sumar y aportar a este debate, que es central en el actual contexto social, ya que los consensos sociales se están redefiniendo. Frente a salidas autoritarias, que dejan a la mayoría social atrás, tenemos que pensar colectivamente cómo diseñar un modelo en el que quepamos todas, con justicia social. Y respetando las capacidades del planeta para que sigamos cabiendo todas.

Deberemos ser capaces generar un horizonte de esperanza y de movilización, donde el marco de decrecimiento no solo sea vertebrador del modelo económico, sino que, para la mayoría social, sea una propuesta atractiva. El gran reto es ser capaces de imaginar, formular y poner en marcha un mundo al que ir, en el que nos haga ilusión vivir; somos conscientes de que, incluso en personas que podemos considerarnos de izquierdas o ecologistas, la felicidad se asocia en ocasiones con la posesión de determinados bienes sin recapacitar sobre su necesidad, influidos como estamos por una sociedad de consumo extremo. Para cambiar esto, requeriremos de mucho talento y diálogo, construyendo pensamiento colectivo común, buscando dónde están esos espacios de felicidad y dónde se encuentran la riqueza y el crecimiento desde una perspectiva ecosostenible. Debemos analizar cómo afecta la crisis ecosocial a las clases populares, cómo hacemos una propuesta transformadora que incluya a todas, y cómo hacemos que este gran consenso social confluya en una propuesta política concreta. Tenemos que compartir con la gente las verdades científicas, traduciéndolas en un proyecto social, que sirva como herramienta para plantear ante la sociedad una nueva alternativa factible e ilusionante. De lo contrario no podremos hacer frente a la crisis. Es decir, hemos de identificar las prácticas cotidianas que debemos transformar y cómo hemos de comunicarlas a la ciudadanía.

Fruto del primer paso, que tuvo lugar en mayo de este año, recogimos las primeras conclusiones de quienes allí nos conjuramos.

Este trabajo es necesario. No es el único espacio que está trabajando en propuestas decrecentistas. Tampoco, ni mucho menos, somos las primeras. Pero con toda la humildad planteamos que queremos definir un espacio de trabajo político compartido y que desborde los límites, demasiado estrechos a veces, de los partidos.

Tenemos por delante un enorme reto cultural y comunicativo. No siempre será fácil hacernos entender hacia afuera e incluso resultará complejo hacernos entender entre nosotras. Somos conscientes de ello. Los mensajes transformadores y de ruptura con lo hegemónico siempre chocan de bruces con los poderes que quieren mantener las situaciones de privilegio. El primer gran reto reside en hacer entender que nuestra propuesta vislumbra un futuro más digno para la gran mayoría y que, por supuesto, en ese camino, las élites que nos han conducido a este escenario improrrogable no pueden seguir viviendo sobre nuestros hombros y agotando nuestro planeta.

Como personas involucradas en organizaciones que defienden la justicia social tenemos la obligación de abordar la finitud del planeta. Debemos comprender, y hacer comprender dentro de nuestros respectivos espacios, que el decrecimiento no es tanto una opción política, sino que, sobre todo, es un contexto, una suma de datos. La economía va a decrecer materialmente. Comprender primero para después transformar más allá de nuestras organizaciones: no proponemos el decrecimiento, lo que proponemos es cómo gestionarlo.

Si históricamente se ha vinculado el bienestar con el crecimiento económico, debemos dejar atrás indicadores capitalistas como el PIB o la renta per cápita y otorgar la centralidad a la evaluación social de la actividad económica derivada de los empleos y trabajos más esenciales para el sostenimiento de la vida. En una propuesta decrecentista justa, deberemos diferenciar trabajo y empleo, conectar trabajo y economía con la materialidad de la tierra completamente translimitada, comprender que trabajo no es empleo y que cada vez más gente esté excluida y expulsada a los márgenes de la vida. Y no solo cada vez más gente: también más animales, más plantas, más microorganismos.

Los monocultivos del turismo, la construcción, la automoción, las grandes infraestructuras, son bases económicas fundamentales de la economía española que tienen que ser revisadas y, en esa revisión, deberemos recuperar otros conceptos que tienen que ver con lo comunitario, con las labores del campo y del monte, de la atención social y los cuidados, del mantenimiento y la rehabilitación. La reforma agraria y el reparto de la tierra también como manera de disponer de medios de vida suficientes.

También deberemos anticipar algunas cuestiones. Relocalización de la economía, priorización de sectores y bienes, redistribución de la riqueza haciendo dialogar la renta básica universal, las propuestas del trabajo garantizado y la reducción de la jornada laboral. Introduciendo también una mirada internacionalista que permita analizar y modificar en qué medida las personas trabajadoras del norte se benefician de una superexplotación en el sur global. Será fundamental ser realistas y decir lo que hay y lo que viene, para también reconfigurar el deseo inducido de consumo y las expectativas de querer satisfacer las falsas necesidades creadas por el sistema.

Necesitamos abordar un modelo energético integral que permita dar respuesta a las necesidades sociales dentro del marco actual. Analizar qué avances en política energética a nivel local son clave para promover cambios que la sociedad asuma como propios. Debemos de interiorizar que es fundamental reducir el consumo energético, ser creativas con las oportunidades que ofrece el sistema como el Pacto Verde Europeo y los Fondos de Recuperación para hacer acción climática y, a la vez, muy cautas con los impactos posibles y actuales en el mundo rural, por ejemplo. Necesitamos anticipar las contradicciones en nuestro discurso y propuestas, entre las que se encuentra (y no es menor) la dimensión geopolítica de la Transición Ecológica que transforma nuestra dependencia de combustibles fósiles a una multidependencia de diversas materias primas. No podemos dejar las soluciones en manos de “la magia de la ciencia” en la que se confía para aportar soluciones futuras e inventar nuevas fuentes de energía. No es suficiente con contar el problema, pero es condición imprescindible para el cambio tener en cuenta que, si no hay verdad, no hay terreno fértil para que las ideas puedan germinar.

Y podríamos seguir desgranando sectores y propuestas: ¿qué hacemos con el transporte, las ciudades, el urbanismo, la alimentación, la sanidad o la educación? ¿cómo han de ser los servicios públicos en un contexto de decrecimiento de recursos? ¿cómo abordar la sexta extinción en la que estamos instalados que nos sitúa en alta vulnerabilidad por pérdida de biodiversidad y de funciones ecosistémicas? ¿qué nueva ética habremos de construir para ser capaces de construir un modelo de sociedad que ponga en el centro la vida del planeta y se aleje del Antropocentrismo que ha considerado al hombre como único dueño del planeta?

En resumen, recogemos también la propuesta de Kate Raworth sintetizada en su Teoría Donut porque compartimos la idea de que el reto es crear economías locales y globales que lleven a todos al espacio seguro y justo del donut, por debajo del cual se encuentran las carencias del sistema y por encima los excesos, satisfaciendo las necesidades de todas las personas dentro de los límites del planeta.

Lynn Margulis decía que «La vida es una unión simbiótica y cooperativa que permite triunfar a los que se asocian». Ponemos en marcha grupos de trabajo abiertos, cooperativos y con vocación de ser simbióticos.

Necesitamos triunfar porque el triunfo es vivir mejor.

Os esperamos.

El artículo está escrito de manera colectiva por los siguientes miembros del grupo de trabajo de Drecrecimiento de Izquierda Unida:

Samuel Romero Aporta (@SamuelRomAporta) es ingeniero de caminos y militante de IU Madrid.

Xabier Pombo (@xpombo) es responsable de Medioambiente de Euskadi y corresponsable de la Red de Economía Circular y Residuos de IU.

Pablo Jiménez (@pjimfer) es geógrafo, tiene un máster en Análisis y Gestión del Paisaje y del Territorio y es diputado UP Balears.

Eva García Sempere (@evagsempere) es bióloga, responsable de Ecología de IU.