Internacionalismo y trabajo local: emancipación sin falsas dicotomías

Lo que a ella me une es algo que no sabría explicar con exactitud,
aunque quizá sea su arraigamiento profundo en esa clase heroica y oprimida,
arrojada a la miseria de los campos,esa clase en medio de la cual he vivido y
con la que aún vivo, aunque no sabría decir hasta qué punto vivo para ella.

Ghassan Kanafani[1]

En los últimos meses y gracias al trabajo comprometido realizado por el Collectif Vacarme(s) Films, responsable de la producción del documental Fedayin, la lucha de Georges Abdallah, así como de los activistas del Collectif Palestine Vaincra y de Samidoun de todo el mundo que se encargaron de proyectar dicho film en numerosas salas de diversos países, cientos de activistas y un heterogéneo público de la sociedad civil pudieron encontrar un espacio en el que reflexionar en torno a la noción histórica del internacionalismo. Obligándonos, así, a reconocer el rol activo que desempeñamos como sociedad civil en el país que habitamos y a reconocer nuestra capacidad de influencia en el contexto geopolítico que nos envuelve. El documental resulta, sin lugar a dudas, una oda a la libertad que aún conservamos como sujetos comunitarios para transformar el mundo por grande y monstruoso que este parezca.

La proyección en las pantallas de la historia de George Ibrahim Abdallah, un comunista libanés de origen cristiano que lleva encarcelado en Francia desde hace 38 años por dedicar su vida a la consecución de la liberación de Palestina del yugo colonial, nos invitó a reformularnos una pregunta que, antes de partir a países desconocidos, se hicieron cientos de miles de mujeres y hombres que, procedentes de todas partes del mundo, pusieron su cuerpo al servicio de la liberación de múltiples pueblos y comunidades aparentemente ajenos a ellos. Se trata del siguiente interrogante: “¿Por qué me involucrarme en la lucha por la liberación de otro pueblo o entregar mi vida en otro país que no es el mío?”. ¿Es empatía?, ¿amor universal?, ¿solidaridad fraternal?, ¿compromiso? o ¿quizá locura? Lo cierto es que el triunfo de movimientos de liberación como el vietnamita o el cubano en la década de los 60 y 70, así como su repercusión e influencia en otras luchas anticoloniale,s no se genera únicamente desde una emocionalidad contagiosa, ni desde el ejemplo de la osadía sobrehumana de algunos hombres y mujeres.

Como activistas por la descolonización total de Palestina de la estructura colonial que es Israel, así como por la emancipación del yugo neoliberal en nuestros países de origen, estamos convencidos de la importancia de reflexionar y clarificar categorías como la de “internacionalismo” que, aunque pase desapercibida, rige nuestra práctica política diaria a nivel internacional, nacional y local. En las líneas que siguen trataremos de explicar las razones teóricas y prácticas que nos llevan a la siguiente afirmación: el internacionalismo no es solo una cuestión meramente emocional de solidaridad internacional, memoria histórica o de fraternidad universal y, aunque comprendemos la intencionalidad amable y profundamente ética tras estas explicaciones, es menester abandonar los eslóganes si queremos que los conceptos sean operativos a la hora de definir una direccionalidad para una acción política satisfactoria.

En lo que sigue subrayaremos un aspecto del internacionalismo que tiene más que ver con un proyecto colectivo de emancipación nacional e internacional que con un acto casi heroico que acometen personas selectas cuya voluntad férrea y su nivel de empatía sin igual llevan su memoria a los anales de la historia.

Internacionalismo, una práctica política y un proyecto de emancipación nacional e internacional

Con el fin de responder a la pregunta que da comienzo a nuestro artículo, y cuya respuesta es el motor que acciona la determinación del internacionalista, diremos que lo que movió a Abdallah a entregar su cuerpo por Palestina fue una comprensión profunda acerca de la interrelación entre la crisis política y económica del Líbano y el colonialismo en Palestina. Todo ello atravesado, sin duda, por el sentimiento regionalista árabe que en esos años movió a árabes de todas las regiones a unirse a la acción de los comandos de liberación popular establecidos principalmente en Jordania y Líbano.

No se trata, pues, de la actuación que un individuo determinado procedente de un país concreto ejerce hacia fuera dándolo todo por una causa que le es ajena y con la cual se siente solidario. Se trata, en cambio, de una actuación motivada por la profunda comprensión de que en el sufrimiento de dos pueblos aparentemente diferentes hay responsables comunes y que, al buscar a los culpables de la miseria, el hambre y la muerte de nuestra comunidad, encontramos que son los mismos que dan muerte a las clases populares de países diferentes. De manera que el internacionalismo desde esta perspectiva se convierte en una acción política colectiva conformada por sujetos heterogéneos que entienden su profunda interdependencia para la consecución de su libertad. Es decir, que cuando en nuestros países, ciudades o barrios nos preguntamos quiénes son los responsables de que nuestra vida se haya reducido a la mera supervivencia, hallamos que la fortaleza del enemigo reside en que su agenda política opera y se alimenta de la desposesión en múltiples lugares y que, por lo tanto, para vencerlos necesitamos construir una alianza igual o más fuerte que la suya.

El Frente Popular para la Liberación de Palestina ya detectó en 1969 en el texto Resistencia hasta la victoria. Estrategia para la liberación de Palestina la imbricación entre la lucha nacional palestina con la lucha internacional de otros movimientos populares contra el imperialismo y el capitalismo. En el contexto europeo, Gramsci dirigió numerosas reflexiones en torno a la relación entre lo nacional y lo internacional, especialmente sobre la necesidad de internacionalizar la cuestión nacional y nacionalizar la perspectiva internacional. Esto no significa otra cosa que entender que todo militante internacionalista parte de las circunstancias y problemáticas políticas de su propio territorio y que todo problema nacional se juega, a su vez, su suerte en el tablero geopolítico mundial.

Si hemos utilizado como paradigma la historia de Abdallah es, entre otros motivos, porque entendió muy bien que involucrarse en la lucha de liberación de Palestina era fundamental para terminar con el régimen sectario libanés que, hegemonizado por las fuerzas políticas del fascismo representado por el falangismo cristiano en alianza con el sionismo y el colonialismo estadounidense y europeo, convirtió Líbano en un coto privado para el capital financiero, cuya expresión más voraz estuvo y está en los fondos de inversión y los paraísos fiscales. Abdallah comprendió que el ordenamiento político libanés era un proyecto dependiente de los intereses que los estados europeos, EE. UU. e “Israel” tenían en la región. Abdallah afinó su mirada y consiguió ver claramente que lo que el movimiento sionista estaba haciendo en Palestina era el anuncio del proyecto calculado para todo el mundo árabe. Por ello, vencer el colonialismo israelí suponía quebrar la pretensión de establecer un orden mundial cuya prioridad era el crecimiento económico ilimitado a costa de la pobreza y la desposesión de la mayor parte de la población mundial.

A pesar de la insistencia sionista en categorizar la guerra contra ellos como una guerra racial fomentada por la judeofobia, cuya ambición sería aniquilar a todo ciudadano judío, Abdallah reconoció al movimiento de liberación palestino como un movimiento de liberación anticolonial, democrático y progresista que consideraba ilegítima la existencia del Estado de Israel en tanto que era y es un “establecimiento militar, político y económico que se basa en la agresión, la expansión y la conexión orgánica con los intereses imperialistas”[2]. El movimiento de liberación de Palestina, en tanto que busca establecer un Estado nacional democrático en Palestina en el que todos los ciudadanos vivan con igualdad de derechos y obligaciones y la soberanía recaiga en el pueblo y en los intereses de las masas populares, se ganó la simpatía de Abdallah, que entregó los años más preciados de su vida a fortalecer la lucha anticolonial porque supo reconocer que los logros conseguidos en Palestina repercutirían en su país de origen y servirían de ejemplo para el establecimiento de sociedades progresistas y democráticas en todo el mundo. Es por este motivo por el que su práctica política no entendió de pseudocontradicciones y estuvo siempre atenta del sistema de interdependencia entre la política local e internacional.

Con el fin de demostrar que el caso del Fedayín libanés no nos es ajeno a los ciudadanos y activistas del Estado español y que tenemos razones de sobra para encarnar un posicionamiento que abrace esta interconexión entre nuestra actividad política a nivel local e internacional, ilustraremos las posiciones teóricas expuestas a través del caso de la socimi de origen israelí VBare (VBA Real Estate), empresa dedicada a la especulación inmobiliaria que, desde hace seis años opera en España y que es a día de hoy uno de los 20 mayores propietarios de todo el país. Esta socimi está implicada actualmente en el desahucio de familias en 26 viviendas diferentes de la ciudad de Madrid. ¿Sus mayores accionistas? Criminales de guerra israelíes responsables de crímenes de lesa humanidad en Palestina.

Internacionalismo, desde el suelo nacional y el trabajo local: el caso de VBare en el Estado español

Los problemas que nuestros barrios, pueblos y ciudades afrontan no tienen causas de índole específicamente local o procedentes de la particular idiosincrasia de la política española, sino que responden a una combinación compleja de operaciones políticas y económicas a escala internacional. Esto es, de agendas políticas transnacionales. Dicha combinación está atravesada por la política neoliberal llevada a cabo por el eje neocolonial encabezado por Estados Unidos, los estados europeos, Israel y regímenes reaccionarios árabes como Arabia Saudí. El capital financiero de estas potencias opera a través de sus bancos y empresas en nuestros espacios geográficos más cercanos expoliando a nuestras familias, amigos y vecinos.

En el Estado español conocemos bien el aspecto más escandaloso de la desposesión institucionalizada e impune, los desahucios. Solo en 2018 fueron 59.671 los desahucios ejecutados, en 2019 fueron 54.006 y en 2020 llegaron a 11.042 a pesar de la situación de emergencia sanitaria provocada por la pandemia[3].

Ahora bien, los intereses especulativos que operan en nuestro Estado están conectados con los tentáculos del régimen sionista israelí, siendo uno de sus brazos el de la socimi de origen israelí VBare (VBA Real Estate), una empresa que, a través del chantaje, las amenazas y un régimen fiscal que le permite la exención en el pago de impuestos opera en España con total libertad. VBare es en este momento el responsable del inminente desahucio de las vecinas del bloque de Vallehermoso 94, en el barrio madrileño de Chamberí.

Al indagar, encontramos que los accionistas de VBare son fondos de inversiones encabezados por militares, criminales de guerra, empresarios del sector armamentístico, de ciberseguridad y espionaje israelíes, como es el caso de Nir Barkat, Dan Ramoni o la familia Wertheim entre los que se encuentra Moshe Wertheim, quien en su juventud sirvió en el grupo Palmaj, una de las milicias sionistas armadas responsable, entre otras tantas, de la limpieza étnica de millones de palestinos en el año 1948. Más tarde, este grupo terrorista sería incluido en el ejército de ocupación israelí. Moshe Wertheim se incorporó posteriormente al Mossad, el servicio de inteligencia israelí responsable de la persecución, el espionaje, la tortura y la muerte de miles de palestinos diariamente.

¿Comprendemos ahora el sistema de interdependencia respecto del contexto internacional en el que se inserta nuestro activismo político y la lucha cotidiana en nuestros barrios?

Los fondos que la socimi israelí VBare extrae de la especulación con nuestras casas y con los desahucios de nuestras vecinas no solo financian la limpieza étnica de Palestina, sino que a su vez son los beneficios que obtienen del robo colonial los que les permite constituirse como una de las mayores empresas de especulación inmobiliaria en el Estado español. De manera que la preocupación es doble, nos debe importar lo que ocurra en Palestina en tanto que es un crimen de guerra y en cuanto que repercute en la depauperación de nuestras clases populares.

Entendemos, pues, desde esta óptica que el activismo local y de base debe alzar y dirigir su mirada hacia el contexto internacional, pues la única manera de orientar bien nuestra acción pasa por un análisis adecuado de los factores que intervienen en la pauperización de nuestras vidas. Es más, no es que la perspectiva deba ser internacional, sino que no puede sino ser internacionalista.

Siguiendo a Gramsci, es importante hacer hincapié en la necesidad de partir siempre de la raigambre local, es decir, del asfalto de nuestras calles en el activismo internacionalista. Todos los que somos militantes internacionalistas y que dedicamos lo mejor de nosotros a fortalecer los movimientos de liberación popular anticoloniales venimos y estamos en contacto con estratos sociales de nuestro propio país. Entre otros, uno de nuestros objetivos debe ser sumar siempre más personas comprometidas en la lucha anticolonial. Para ello no basta con discursos arengando al internacionalismo en un ejercicio de euforia sentimental. Para conformar sujetos políticos concienciados y comprometidos activamente en la lucha internacionalista debemos exponer las razones materiales que muestren la evidente implicación, con sus diferencias, entre nuestra miseria y la suya. Solo así una acción política internacionalista tendrá largo recorrido y una capacidad de influencia y transformación a nivel nacional y mundial.

El sentimiento de fraternidad abstracto y humanista se agota en una lucha larga y sacrificada como es la de los movimientos de liberación popular, pero la convicción política que conlleva el estar seguro de que tu situación vital en tu barrio no se va a arreglar si no es acabando paralelamente con el enemigo que asesina día a día a palestinos, permite resistir años de guerra prolongada contra las fuerzas coloniales. Nadie se ve obligado a mantenerse durante años en una lucha si se considera que esta es algo exógeno a la propia situación de uno, ni nadie se ve obligado a implicarse comprometidamente en ella si se considera que no le involucra directamente en su cotidianeidad.

Así que consideramos que el internacionalismo es un proyecto que debe pasar sí o sí por nuestro trabajo de base en nuestro propio país, que debe apelar a nuestro propio pueblo y a su situación concreta porque tienen muchas más cosas en común de las que creen con pueblos colonizados y porque su mejora pasa necesariamente por la erradicación de esa situación de colonización en otros países.

Sin falsas dicotomías no hay contradicciones

Hasta ahora solo hemos hablado de la connivencia entre el horizonte nacional e internacional desde la perspectiva de aquellos que Fanon llamó “los condenados de la tierra”, sujetos que habitan todos los rincones del planeta a pesar de la invisibilidad y la opresión. Pero hay otras cuestiones por las cuales no debemos dejar de señalar la interrelación existente. Entre ellas se encuentra la cuestión referida a la calidad democrática de nuestras instituciones, a cuya transformación radical aspiramos.

¿A quién pretendemos engañar envolviendo con el disfraz de la democracia a instituciones cuyas relaciones exteriores se alimentan de alianzas, acuerdos y tratados políticos, económicos y armamentísticos con entidades coloniales como es Israel? ¿Acaso creemos que instituciones de un cariz tal protegen los intereses de las masas populares a las que dicen representar? Bien sabido es, o más bien sabido debería ser, que la democracia como concepto filosófico y político es incompatible con su aplicación parcial. La calidad democrática de un Estado tiene que ver con multitud de factores sobre los cuales no nos ocupa una disertación aquí, pero cuando señalamos que nuestras instituciones pierden calidad democrática en sus relaciones con estados coloniales, no referimos tal pérdida a un mancillamiento de su imagen, sino a que corrompen el funcionamiento interno de dichas instituciones y dejan de servir a los intereses populares que, desprovistos de mecanismos por los que pedir rendición de cuentas a sus instituciones, pierden toda soberanía.

Hay una tendencia generalizada a hablar de “hegemonía” desde partidos políticos del espectro progresista o incluso desde nuestros movimientos populares. Se es consciente de que arrebatar el monopolio de la construcción de ideología a las fuerzas ultraderechistas y neoliberales pasa necesariamente por la construcción de una hegemonía popular que dispute todos los espacios políticos y comunitarios a la derecha. Sin embargo, pareciera que esta noción de hegemonía tuviera un espacio de acción meramente nacional. Nosotros nos preguntamos: ¿acaso la hegemonía no tiene un aspecto internacionalista fundamental? ¿Acaso creemos que la construcción de hegemonía popular se realiza sin combatir a los agentes internacionales que tratan de imponer una racionalidad puramente económica en todos los espacios de nuestra vida? Construir conciencia e instituciones democráticas que sirvan y obedezcan los intereses populares conlleva combatir un tipo de gubernamentalidad que, a través de múltiples agentes internacionales, impone agendas políticas en nuestros países que degeneran la vida de nuestras clases populares.

La construcción de la dicotomía que convierte el plano nacional en un horizonte primordial sobre el que intervenir infravalorando y postergando la trascendencia internacional de nuestras preocupaciones cotidianas es un falso antagonismo que oscurece las causas de nuestros males y, por tanto, ralentiza y obstaculiza nuestra capacidad de erradicación de los problemas. Frases del tipo: “¿Cómo vamos a preocuparnos de lo que ocurre en otros países si aquí estamos desbordados?” son lógicas que se insertan en el campo político diseñado por las fuerzas neoliberales, cuya estrategia fundamental es individualizar males que son compartidos y disgregar acciones de resistencia que deberían ser colectivas. Pareciera desde esta lógica dicotómica que aquellos militantes que toman en consideración ambos planos en su activismo se encuentran siempre desdoblados en la contradicción entre el plano local e internacional. Sin embargo, y para su tranquilidad, daremos las gracias a todos aquellos que desdoblan su tiempo y sus cuerpos en participar activamente en los problemas de su comunidad, pero también en la práctica internacionalista.

Es el trabajo realizado en común bajo el azul cielo de diferentes tonalidades desde tierras diversas el que otorga el aliento necesario para la larga carrera y el que acumula las pequeñas victorias diarias que debilitan el perro de cien cabezas que es el enemigo. Es el análisis claro y riguroso de las causas del deterioro de nuestras vidas, y no eslóganes emotivos pero vacíos, los que aportan la convicción política que nos permitirá realizar una estrategia de resistencia a largo plazo, y es el reconocimiento de nuestra interdependencia con otras comunidades diferentes lo que nos permitirá seguir unidos en el camino a la consecución de vidas dignas de ser vividas evitando el abandono de nuestros militantes en el primer disenso u obstáculo hallado.

En este sentido, desde la red de solidaridad con los presos políticos palestinos Samidoun reconocemos la potencialidad latente en la unión con las vecinas de Chamberí que, organizadas a través de la red de solidaridad de Chamberí, están convencidas de dar una respuesta colectiva y resistir los embates de la socimi israelí VBare. Consideramos el trabajo colectivo entre ambos grupos no como una unión coyuntural, estratégica o temporal, sino como el inicio de la construcción progresiva de una red que pretende construir, desde la lucha local y desde los problemas urgentes y cotidianos de la gente sencilla en el Estado español, un frente cada vez más amplio y numeroso que se expanda paralelamente y señale a los responsables y enemigos comunes que se hacen fuertes para operar con impunidad en el Estado español gracias a la desposesión y el robo sistematizado en Palestina. Y que, a su vez, son capaces de extender el crimen colonial en Palestina gracias a los beneficios económicos que obtienen del robo a las clases trabajadoras en nuestro país.

Por ello, desde Samidoun España damos las más sinceras gracias a las vecinas y vecinos de Chamberí que están en lucha por el derecho a una vivienda digna. Gracias a ellas y ellos por tener en consideración el hilo que las une con la lucha de millones de palestinos que se juegan la vida diariamente por construir un hogar en el que vivir con dignidad.

Esperamos que la narración de esta experiencia en común sirva de ejemplo para una praxis política internacionalista y local eficiente e influyente que sea capaz, desde la cercanía de la tierra que empolva nuestros zapatos, hallar el suelo en común desde el que nos levantamos.

Una práctica internacionalista y local entendida en su radicalidad permite romper la soledad y el aislamiento en el que usualmente nos encontramos arrojados, facilitando la construcción de alianzas sólidas capaces de confrontar el enemigo múltiple y complejo que hace prescindibles nuestras vidas.

Notas

Judit Rodríguez Fernández (@aiiitormenta) es activista en la Red de solidaridad con los presos políticos palestinos Samidoun, militante de Izquierda Unida y estudiante de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid.

[1] Kanafani, G.  (2019). Una trilogía Palestina. Um Saad. Asturias: Hoja de lata, p. 177.

[2] PFLP. (1969). Estrategia para la liberación de Palestina. Resistencia hasta la victoria.

[3] Datos obtenidos de: https://afectadosporlahipoteca.com/2020/09/28/en-plena-pandemia-los-datos-oficiales-sobre-desahucio-siguen-siendo-alarmantes/

Fotografía de Álvaro Minguito.