Los retos de la izquierda colombiana para la segunda vuelta

Las elecciones presidenciales del pasado 29 de mayo dejaron un resultado histórico para la izquierda colombiana. La candidatura encabezada por Gustavo Petro y Francia Márquez consiguió hacerse con el 40,32% de los votos, colocando por primera vez en la historia a la izquierda como primera fuerza a nivel nacional. Con 12 puntos de ventaja sobre el segundo candidato y 8,5 millones de votos en el bolsillo, cualquiera diría que la jornada fue un éxito rotundo para los de Gustavo Petro. Sin embargo, el resultado de Rodolfo Hernández deja un sabor amargo para los integrantes del Pacto Histórico, que sin duda preferían enfrentarse contra Fico Gutiérrez en la segunda vuelta.

Contra Fico, candidato independiente apoyado por el uribismo y toda la derecha colombiana, una segunda vuelta hubiera sido mucho más sencilla para el Pacto Histórico. Con profundizar el discurso contra la corrupción y el uribismo, y establecer un marco de cambio y paz contra la corrupción y el inmovilismo, la candidatura de Francia y Petro hubiera vencido sin muchos problemas en un contexto en el que la derecha colombiana ya no es capaz de movilizar como antaño. Con Rodolfo Hernández, sin embargo, la cosa será bastante más compleja. Es un candidato populista y «antiestablishment», que puede aglutinar a muchos más sectores que el uribismo a su alrededor y que pondrá en muchos apuros a la izquierda colombiana en la segunda vuelta.

¿Un Trump colombiano?

Más allá de todas las hipérboles que se han lanzado sobre Rodolfo Hernández, lo cierto es que no nos encontramos ni ante un Trump, ni un Bolsonaro, ni un José Antonio Kast. Aunque sus formas sean las de un populismo antipolítico que pueda recordar a Trump o a Berlusconi, y aunque circulen por las redes sus salidas de tono machistas o alguna conducta agresiva, el programa de Hernández no tiene nada que ver con el de Kast ni ninguno de sus homólogos latinoamericanos.

Rodolfo Hernández se presentó con una campaña fuertemente antiuribista y, de hecho, muchos elementos de su programa, como la lucha contra la delincuencia o el narcotráfico, se separan notablemente de las propuestas históricas de la derecha colombiana. A diferencia de la derecha capitaneada por el expresidente Álvaro Uribe, Hernández acepta los Acuerdos de Paz con las FARC, y busca extenderlos al ELN, el grupo armado más numeroso en activo en Colombia. No apuesta por soluciones militaristas contra la delincuencia y el narcotráfico, y habla repetidas veces en su programa de implementar políticas públicas para la juventud que eviten que los más jóvenes se vean inmersos en estas actividades. Tiene una postura regulacionista de las drogas y cree que para acabar con el narcotráfico el Estado debería legalizarlas y proveerlas de manera regulada a los adictos. Busca restablecer relaciones diplomáticas con Venezuela, además de abogar por una política solidaria de acogida con los migrantes venezolanos. Unas propuestas muy distintas a las de Bolsonaro, José Antonio Kast o la propia derecha colombiana.

Sin embargo, todo lo que rodea a Rodolfo Hernández está impregnado de una enorme ambigüedad. El candidato se ha desdicho en temas importantes como el fracking, al que antes apoyaba y ahora se opone, y mantiene posturas contradictorias en muchos temas como en los asuntos relativos a la mujer. Mientras su programa aboga por establecer que el 50% de los cargos dentro de la administración pública sean asignados a mujeres, e implementar programas para frenar la violencia de género, en sus declaraciones públicas, Hernández ha negado la existencia de los feminicidios y ha tenido numerosas frases controvertidas por las que ha sido tildado de machista.

A todo esto, se unen una serie de polémicas, como su agresión a un concejal cuando era alcalde de Bucaramanga, o unas declaraciones en las que dijo ser admirador de Adolfo Hitler por error, cuando, según dice, quería decir Albert Einstein. Un cóctel que hace de Rodolfo Hernández un candidato polémico y estridente que, sin embargo, ha logrado interpelar a una parte importante del electorado colombiano debido a su discurso antiestablishment y beligerante contra la corrupción.

Hernández se presentó desde el primer momento como un candidato al margen de los partidos. Un emprendedor que venía a luchar contra la “politiquería y la corrupción”, y que pretende gestionar el Estado con la eficiencia de una empresa. Esta ha sido una de las claves de su éxito, aparecer como un outsider en un contexto en el que la hegemonía uribista se resquebrajaba y todo lo que venía de fuera del sistema de partidos era visto con buenos ojos por el electorado colombiano.

Este es el punto más peligroso de la candidatura de Rodolfo para el Pacto Histórico, pues ambos espacios disputan el significante cambio. Ahora, desde la candidatura de Petro y Francia deberán medir muy bien cuál es el marco que tratan de imponer para esta segunda vuelta. Si se quiere vencer, es importante saber contra quién te estás enfrentando, y para combatir a Rodolfo Hernández no valdrán las mismas herramientas que contra el uribismo y la ultraderecha.

Por ahora parece que el cambio real contra el cambio vacío es el mensaje que lanzan los de Petro, que deberán movilizar más de los 8,5 millones de votos de la primera vuelta para ganar las elecciones. La batalla no está perdida ni mucho menos para el Pacto Histórico, pero la candidatura de la izquierda deberá tocar las teclas adecuadas si quiere llegar hasta la Casa Nariño.

Objetivo: combatir la abstención

En un contexto como el actual, la participación se presenta como una de las claves que pueden inclinar la elección hacia un lado u otro de la balanza, por lo que el Pacto Histórico tendrá que movilizar al electorado que se abstuvo en primera vuelta para tener opciones de gobernar.

A pesar de que la participación ha sido una de las más altas en las últimas décadas, casi 20 millones de colombianos no salieron a votar el día 29. Aquí está uno de los retos más importantes para Petro, que consiguió ganar en las ciudades más grandes, a excepción de Medellín, en los departamentos más desfavorecidos (la costa y la periferia del país).

Un factor que puede ser determinante es que algunas de las regiones donde venció Petro son las que cuentan con mayores niveles de abstención. La región del Caribe, la Amazonia, Vaupes o La Guajira, zonas donde Petro venció holgadamente, registraron abstenciones de hasta el 70%. Un hecho que puede ser un arma de doble filo, ya que por un lado deja al Pacto Histórico un enorme margen para crecer, pero por otro también concede más terreno a Rodolfo Hernández para que trate de activar voto anti-Petro.

La participación será una de las claves del 19 de junio, ya que, a pesar del histórico resultado obtenido por Petro y Francia, la realidad es que las cifras se asemejan mucho a la segunda vuelta de 2018. Si bien el Pacto Histórico ha conseguido sumar medio millón de votos más que en la segunda vuelta de las anteriores elecciones, la suma de los votos de Hernández y Fico es muy similar al resultado obtenido por Duque, 10 millones de votos. La gran diferencia entre ambos momentos es la fragmentación del espacio de la derecha, que esta vez dividió sus preferencias entre Hernández y Fico, lo que le hizo perder la primera posición.

Si la izquierda quiere tener opciones de gobernar necesitará activar a aquellos sectores que se quedaron en casa el día 29, ya que solo con los electores de la primera vuelta tiene complicado alzarse con la victoria. En un contexto tan polarizado, los bloques están muy solidificados y será complicado que encontremos trasvase de voto entre el Pacto Histórico y los votantes de Hernández y Fico. Por tanto, los esfuerzos deberán dirigirse hacia los principales activos electorales de Petro, los jóvenes y los sectores con menos ingresos, a pesar de ser los colectivos más difíciles de movilizar.

El Pacto Histórico no lo tendrá fácil el próximo 19 de junio, pero si consigue incorporar nuevos sectores a su proyecto puede llegar a gobernar el país. Hasta entonces tendrá que enfrentarse a la habitual campaña de demonización por parte de la derecha y a un candidato atípico, que puede disputarles el significante de cambio. Conseguir erigirse como la alternativa de cambio real será el gran reto para la izquierda colombiana durante las próximas semanas. No será fácil, pero si se pudo en países como Chile, también se podría lograr en Colombia.

Jaime Bordel Gil (@jaimebgl) es politólogo y autor de Salvini & Meloni: hijos de la misma rabia (Apostroph, 2022). Colabora en medios como El Salto, Público o laU.

Javier Castro Cruz (@javier_castro97) es estudiante de ciencias políticas y derecho y colaborador en medios como El Salto y Descifrando la guerra.