Winter in America. Resistencias en la música estadounidense del New Deal a la era Trump

Somos muchas las personas que tenemos una relación amor-odio con el imperio estadounidense. Sea como fuere, la influencia que sus productos culturales han tenido sobre nuestra generación es absolutamente bestial. Desde el cine y las series a la industria discográfica, incluso añadiendo un extenso paseo por la producción literaria y las artes plásticas.

Sabemos que la maquinaria cultural americana produce discursos que exporta a todos los confines del planeta, en connivencia absoluta con el sistema capitalista. Tanto es así, que incluso los mensajes de rebeldía que se cuelan en el mainstream son inofensivos y, además, rápidamente fagocitados por el propio sistema que, lejos de ver en ellos una amenaza, los cataloga certeramente dentro de un nicho de mercado para un volumen considerable de consumidores.

Pero, ¿existen discursos de resistencia en la cultura norteamericana? La intención de este artículo es ir un poco más allá y reconocer toda una corriente de música contestataria más allá del apoyo electoral a candidatos y candidatas del Partido Demócrata. Música inspirada en discursos políticos radicales, socialistas y anticapitalistas.

Los antecedentes se remontan a la primera mitad del siglo XX. El movimiento obrero norteamericano aún era uno de los más importantes del planeta. Solo unas décadas atrás muchos norteamericanos y norteamericanas trabajaban bajo un régimen de esclavitud. La fusión de la mano de obra blanca y la negra, que traía consigo toda una tradición de cánticos ligados al trabajo esclavo, hace que surja por primera vez la figura del trabajador que compone o interpreta canciones que empoderan al obrero, o que protestan contra el auge de los fascismos al otro lado del charco. La música folk americana, de raíces anglo-irlandesas, tiene en aquel entonces a uno de sus mayores exponentes, Woody Guthrie. Siempre apoyó al Partido Comunista de los Estados Unidos (CPUSA) y fue el autor del himno “This Land Is Your Land”, además de pintar sobre su guitarra aquella mítica frase “This Machine Kills Fascists”. Los trabajadores y trabajadoras negros y negras traían consigo géneros seminales como el góspel o el blues, donde nos encontramos a figuras como Lead Belly y su famoso tema “Bourgeois Blues”.

El mundo del jazz también tuvo, mucho antes de que fuera usado como propaganda anti-soviética en plena Guerra Fría, un idilio importante con la izquierda radical norteamericana. Autores como Abel Meerpol, autor de la canción Strange Fruit, que popularizó la gran Billie Holliday entre otras, fueron miembros activos del CPUSA. Otro caso imprescindible es el del cazatalentos y productor John H. Hammond, que siempre tuvo relación con los movimientos por los derechos civiles y el propio Partido Comunista. Él fue el responsable de la eclosión de figuras del jazz tales como Count Basie o Charlie Christian, convirtiéndose más tarde en un elemento crucial para la carrera artística de autores cercanos a ideas izquierdistas tales como Pete Seeger, Bob Dylan o el mismísimo Bruce Springsteen. Hammond fue también uno de los culpables de la recuperación del blues del Delta del Mississipi, que se encarnaba en la figura del misterioso Robert Johnson, de quien se decía que había vendido su alma al diablo.

Este viaje por la historia de la música contestataria yanqui tiene una parada importante a finales de los años 60, cuando la juventud, por primera vez erigida como grupo social de consumidores, se organiza en torno a discursos políticos que gravitan sobre dos ejes fundamentales: la defensa de los derechos civiles y la protesta contra la participación de EEUU en la guerra de Vietnam.

Más allá de la ensoñación del hipismo y de los macro eventos multitudinarios de Woodstock o Monte Rey, que fueron piedra angular para toda una generación de jóvenes de clase media estadounidense, existían discursos musicales mucho más cercanos a colectivos excluidos y a las masas empobrecidas de trabajadores.

En Detroit, ciudad de mayoría negra donde radicaban las principales fábricas de automóviles, nace un movimiento musical blanco caracterizado por apoyar las causas de la juventud negra rebelde. Así pues, el famoso himno “Kick Out The Jams”, de los rockeros MC5, venía a hacer reverberar el grito de alerta de la juventud negra, a la vez grupos de sonido sucio y actitud desafiante comenzaban a abrirse paso, como es el caso de los Stooges de Iggy Pop.

La juventud negra se organizaba de Nueva York a Oakland en el movimiento de los Panteras Negras, el “Black Power” se extendía por la geografía norteamericana con su propia banda sonora, el soul. Gil-Scott Heron fue uno de los nombres más ligados al movimiento, con canciones como “The Revolution Will Not Be Televised” o “Winter in America”, aunque otros como Curtis Mayfield se adentraban en lo que pasó a llamarse “funk”, con hits contestatarios de la talla de “Move On Up”.

A finales de la década de los 70 florecen en las calles de los barrios marginales de Nueva York y en los suburbios de Washington DC y Los Ángeles tres fenómenos que cambiarán por completo el panorama musical mundial.

En Harlem, la comunidad de migrantes latinoamericanos, mayoritariamente procedentes de Puerto Rico, crea un estilo musical que, si bien no es, per sé, un grito de rabia contra el establishment, sí se convertirá en una suerte de evangelio para toda la comunidad latina, la salsa. Cientos de jóvenes reivindican sus orígenes caribeños y la cultura latinoamericana a través del baile y la canción.

En el Bronx, jóvenes negros improvisan rimas sobre bases de funk y soul, nace el rap y se extiende como la pólvora. Pronto se convierte en un género que empoderará a las comunidades jóvenes negras y bandas como Public Enemy llegarán a ser investigadas por el FBI en la era Reagan.

En los suburbios blancos de Washington DC, y también de Los Ángeles, y pronto en casi todas las ciudades más importantes del país, el punk, y su vertiente más politizada y agresiva, el hardcore, surgen como respuesta a la deriva conservadora y ultra liberal de la era Reagan. Bandas como Minor Threat en Washington DC, Dead Kennedys en San Francisco y Black Flag en Los Ángeles desafían no solo a la juventud blanca con sus letras activistas, sino también a la propia industria discográfica fundando sus propios sellos discográficos y practicando la independencia como seña del underground.

Estas son las bases históricas de la música contestataria en el corazón del imperio. A partir de aquí, hemos de trazar alguna línea invisible para llegar hasta nuestros días y tratar de poner el foco en algunas de las propuestas más interesantes que desafían al discurso del presidente Trump.

La resistencia en la música norteamericana hoy en día es el espejo de la resistencia al discurso hegemónico ultra conservador y ultra liberal. El movimiento queer y, más recientemente, el movimiento trans, tienen algunas de las voces más radicales en la música, con personajes como Laura Jane Grace, del grupo punk Against Me!, o la banda de Olympia, Washington, G.L.O.S.S.

Desde el feminismo, el fenómeno Riot Grrrl, que comenzó en los años 90, sigue gozando de buena salud. Bandas como Sleater – Kinney, o Bikini Kill, que justo han anunciado que vuelven a estar activas, junto con nuevas bandas como War On Women, de Baltimore, capitanean la música feminista parapetándose en aquella desafortunada frase del presidente Trump “Grab’em by the Pussy”.

Los acercamientos al marxismo en la música actual estadounidense son escasos pero interesantes. Desde géneros tan distantes entre sí como el country o el metal, surgen voces que se auto definen como socialistas, y sabemos que esa definición entraña cierto peligro si vives en los EEUU.

Steve Earle, el cantante de folk country, muy amigo del gran guionista y director David Simons, es una de esas voces. Con discos de la talla de “Revolution Starts Now”, Earl conecta con el legado de Wuthrie, Seeger o Van Zandt. Dentro del country, el ex – Drive By Truckers, Jason Isbell, también es una voz crítica en un panorama musical mayoritariamente conservador y pro-Trump.

En el metal, o metal-core, existe una banda que llama mucho la atención. Se llaman BoySetsFire, son de Delaware. Algunos de sus miembros son, a día de hoy, militantes del CPUSA. Su disco After The Eulogyencierra versos que hablan sobre desempleo y el empobrecimiento de las clases trabajadoras estadounidenses:

On the face of every American worker
Is the constant fear that their job won’t remain
As the CEO is planning his vacation
To kill or be killed is the nature of the beast”

Pasaremos de puntillas por el caso de Rage Against The Machine o The Last Internationale, si bien son bandas verdaderamente contestatarias, pertenecen a discográficas multinacionales y están insertas en una lógica de la industria que no les diferencia en lo sustancial del mainstream.

Otra banda muy interesante, y uno de mis últimos descubrimientos, es Downtown Boys, de Providence, Rhode Island. Ellos representan a todos los colectivos ninguneados por el trumpismo: queer, chicano, negro, latino, pero unidos por un discurso de clase, con letras que hablan del coste de la vida o del desempleo.

Su anterior disco “Full Communism”, producido por Guy Picciotto de Fugazi, grupo que representa el mayor paradigma de la independencia y la política en el rock, les ha servido para fichar por Sub Pop, el sello que descubrió a Nirvana, entre otros, y ahora estrenan disco “Cost Of Living”, que les trae por primera vez a nuestro país este mes de marzo.

Son tiempos cruciales en todo el mundo. Desde el rap al techno, el rock, la música electrónica, el soul y el reggae, no es difícil hoy en día encontrar músicas en resistencia en un país cuyo magma cultural es tan rico y diverso, un país que bajo el mandato de Donald Trump está siendo interpelado continuamente para despertar del letargo por una música que le urge a enfrentarse y destruir sus propios monstruos.

Aquellos y aquellas que tenemos una relación de amor-odio con el imperio, siempre encontraremos una excusa para agarrarnos a algo en lo que creer, a seguir teniendo fe en que, desde el corazón de la bestia, suena la música que nos hará libres.

Cancionero de resistencia:

“This Land Is Your Land” Woody Guthrie

“Bourgeois Blues” Lead Belly

“Strange Fruit” Billie Holiday

“Swinging The Blues” Count Basie

“We Shall Overcome” Pete Seeger

“Tombstone Blues” Bob Dylan

“Used Cars” Bruce Springsteen

“Crossroad” Robert Johnson

“Kick Out The Jams” MC5

“Search And Destroy” The Stooges

“Winter In America” Gil Scott-Heron

“The Revolution Will Not Be Televised” Gil Scott-Heron

“Move On Up” Curtis Mayfield

“Calle Luna, Calle Sol” Hector Lavoe & Willy Colon

“Fight The Power” Public Enemy

“Holidays in Cambodia” Dead Kennedys

“Guilty Of Being White” Minor Threat

“Rise Above” Black Flag

“True Trans Soul Rebel” Against Me!

“Masculine Artifice” G.L.O.S.S.

“Modern Girl” Sleater-Kinney

“Rebel Girl” Bikini Kill

“Servilia” War On Women

“The Revolution Starts Now” Steve Earle

“White Man’s World” Jason Isbell

“When Rethoric Dies” Boy Sets Fire

“Fight The Power Back” Rage Against The Machine

“Life, Liberty And The Pursuit Of Indian Blood” The Last Internationale

“Wave Of History” Downtown Boys

“Merchandise” Fugazi

Dani LLamas (@danillamasmusic) es músico.

Fotografía de Álvaro Minguito.