Sumar: el teorema de Fermat de las izquierdas

Las reformas no excluyen la revolución.
Pero la cuestión es que los revolucionarios no deben excluirse a sí mismos,
es decir, que los socialistas no deben sustituir su labor revolucionaria por una labor reformista.

Lenin, 1917.

El pasado jueves 12 de enero tuvo lugar la presentación de los grupos de trabajo de Sumar en el Espacio Rastro de Madrid, los cuales han terminado ya sus 35 informes preliminares para ese programa que no es meramente electoral, porque no reflexiona a corto plazo, sino que aspira a construir la próxima “Década Progresista”.

¿Cómo construir esa Década Progresista al tiempo que la ola ultraderechista converge con la emergencia climática y la guerra en el corazón de Europa? ¿Puede construirse sin apaciguar antes la guerra en los corazones de las organizaciones de la izquierda española? Problema de tan difícil solución permite que me toleréis la hipérbole del título: el éxito de Sumar, no electoral, sino de transformación social radical de nuestro país, parece de tan difícil resolución como ese famoso Teorema de Fermat, cuyas incógnitas duraron 358 años. Hasta que, y aquí viene el contrapunto optimista, encontrara la solución el matemático Andrew Wiles.

El programa

Más de mil personas han participado en su elaboración que ahora se abre al diálogo con sindicatos, organizaciones de la sociedad civil y personas de referencia de los distintos temas. Una de las figuras más destacadas del acto fue el jurista (y maestro de sindicalistas) Antonio Baylos, quien considera[1] que el turnismo bipartidista fracasó en el mantenimiento de la cohesión social que hubiera implicado el desarrollo de los aspectos más avanzados de la Constitución Española, al dejarse llevar por unos poderes económicos que en la Gran Recesión de 2008 decidieron aplicar una “gobernanza” más directa y antidemocrática, desde los mercados en vez de desde las urnas.

Esta quiebra de la política democrática y del diálogo social arrojó a enormes capas de la población trabajadora a la precariedad y la miseria, mientras germinaba en la ciudadanía una indignación democrática que explotó en los días posteriores al 15M. De este modo, en su intervención, Yolanda Díaz destacó la necesidad de “ensanchar la democracia”, con un fortalecimiento de los servicios públicos que debe ser permanente, no coyuntural, convirtiendo el escudo social levantado por Unidas Podemos desde el Gobierno frente a la crisis del COVID-19 en la “nueva normalidad”.

La consigna “salario mínimo, alquiler máximo” expresa bien la aspiración programática para el corto plazo: revertir la devaluación salarial y la pérdida de poder adquisitivo mientras se frena el rol parasitario y especulativo que el sector inmobiliario ha tenido en nuestro país, con consecuencias dramáticas para nuestro modelo productivo y –sobre todo– para las vidas de los sectores más vulnerables de nuestra clase (jóvenes, migrantes y familias monomarentales entre los más perjudicados). La reforma fiscal que se defendió en el acto reunirá los recursos para acometer más medidas, entre las que destacaron las sanitarias: el fin de la temporalidad del personal sanitario, la incorporación de la salud bucodental a lo público y un Pacto Nacional por la Salud Mental.

Estamos en enero de 2022 y ya nos ubicamos en niveles de desigualdad menores que al inicio de la pandemia. ¿Recordamos cómo estábamos en 2010 y 2011, dos años después de la caída de Lehman Brothers?

A largo plazo, la estabilidad en el empleo que ya está instaurando la reforma laboral irá permeando en nuestra “antropología” cotidiana. El “para lo que voy a estar aquí” de los trabajos temporales tan extendido en mi generación está ya dando paso a una nueva generación de militancia sindical que pelea por mejorar sus condiciones laborales, espoleada por los aciertos recientes de las secciones juveniles de CC. OO., en primer lugar, pero también de UGT y de otros sindicatos minoritarios. El remache final a este proceso será la –previsiblemente judicial– derrota final de Glovo, convertido en el paradigma de falsos autónomos como estrategia de “huida de la laboralidad” por parte del empresariado.

El siguiente paso anunciado por Yolanda Díaz en el acto tiene inspiraciones nórdicas y profundas implicaciones feministas: pelear la reducción de jornada y conseguir que sean los puestos de trabajo los que se adapten a las situaciones vitales de las personas, en vez de a la inversa. “Fuimos pioneros en Europa en establecer una jornada laboral de 8 horas… pero eso fue hace un siglo, en 1919. Ha llegado el momento de reducir esa jornada laboral”, recordaba Yolanda Díaz, seguido de un duro ataque a la patronal por los seis millones y medio de horas extra no remuneradas en nuestro país.

En comparación con el ciclo anterior, el abanico de propuestas socialdemócratas y feministas que se quiere desplegar tiene un potencial y rigor mayor que muchas de las corrientes teóricas que, como la Renta Básica Universal o la Teoría Monetaria Moderna, han acaparado más atención y debate interno que aportado soluciones reales y aplicables en nuestro contexto. Se trata de una síntesis que recupera la dirección del Estado sobre los ejes de nuestro modelo productivo, siendo capaz de aglutinar el shumpeterianismo de izquierdas de Más País con Mazzucato como economista de cabecera, hasta el refuerzo del Estado clásico en la socialdemocracia de Izquierda Unida, pasando por las propuestas de política social de Podemos.

Esto permite salir a disputar desde coordenadas más radicales la herencia socialdemócrata (las múltiples referencias al Informe Beveridge y al “espíritu del 45” fueron claras en este sentido). Con un pero: ensanchar la democracia implica –como defendió en su intervención Ignacio Sánchez Cuenca– ir más allá de los cauces de nuestra esclerotizada democracia representativa, introduciendo mecanismos como las asambleas ciudadanas, que permiten una interlocución directa entre la ciudadanía y las personas expertas, mejorando la deliberación pública (tan ausente en nuestras mediatizadas y polarizadas Cortes Generales).

Y es que, como dijo Yolanda Díaz: “Cuando emprendes un cambio de época, no se hace desde la esquina del tablero, sino desde las mayorías sociales, desde la centralidad. No va de estar en la esquina del tablero, es dirigirse a las personas que necesitan universidad pública, empresarios que tienen que levantar cada mañana su proyecto, cajeras, celadores, docentes, médicos, enfermeras. Necesitamos a todos ellos para que sean protagonistas de la vida común”.

En un mundo de Capitalismo, nada más, que diría Branko Milanovic[2], este “bloque histórico” permitiría dar una orientación democratizadora y de planificación de la economía a nuestro país, en línea con todas las experiencias socialistas que –en mayor o menor grado– recurrieron al capitalismo de Estado cuando no pudieron evadirse ni de su posición geopolítica (extremadamente condicionante bajo el corsé de la Unión Europea), ni de su condición de país inserto en el sistema-mundo capitalista (del que ni países como Cuba o China, pese a su solidez ideológica o su condición de potencia mundial, respectivamente, se han evadido).

¿A que nos empieza a parecer más fácil el Teorema de Fermat que conjugar elementos teóricos, políticas públicas y tradiciones políticas tan diversas? A mi entender, el elemento clave no está en el elemento programático, sino en una línea del marxismo bastante olvidada: la que trató de devolver a las masas el poder (parafraseando a Pietro Ingrao[3]) a través de la democracia. Es una línea del marxismo republicano que apenas reaparece en nuestra tradición con autores como Arthur Rosenberg en Democracia y socialismo[4], quien trató de explorar en Europa una vía democrática y de masas entre una socialdemocracia que ya traicionaba sus principios y un leninismo que apostaba por las vanguardias como vía revolucionaria en las periferias del sistema-mundo capitalista.

Y es que la socialdemocracia no era un programa (y llamarlo movimiento sería demasiado modesto). Era un auténtico contrapoder capaz de socializar a extensas capas de la población en sus códigos y prácticas políticas. Como Toni Domènech al analizar a la socialdemocracia alemana en El eclipse de la fraternidad[5], pondremos el foco sobre el importantísimo papel de socialización política de clase (trabajadora) que jugó la herramienta Partido (y el sindicato), que hoy necesariamente debe adoptar otra forma. Saber intervenir en esta realidad, no desde vanguardias autoproclamadas, sino desde esta organización democrática de las masas que las socializa en el apoyo mutuo y la transformación social, es nuestra “labor revolucionaria” en este momento en el que “las reformas no excluyen la revolución” (Lenin), sino que seguramente son su condición de posibilidad, ya que la lucha de clases por los derechos y avances concretos es la mejor pedagogía.

El planteamiento de Sumar implica reconocer que no estamos en el momento de efervescencia popular (de la revuelta, que no revolución, del 15M) del ciclo que se abrió en 2011 y dio lugar a fenómenos como Podemos, con un fuerte discurso destituyente en sus inicios (2014). Hay un riesgo de caer en la melancolía, esa «melancolía de izquierdas» que explica Traverso[6], que no podemos dejar que nos paralice. Reconocer un fin de ciclo, reconocer una derrota parcial (que, pese a no llegar a los objetivos máximos, permitió alcanzar multitud de posiciones de gobierno y realizar no pocos avances sociales), nos debe llevar a una reorganización tanto de las fuerzas de la izquierda como de nuestras estrategias.

En ese sentido, Sumar reconcilia a la izquierda del espíritu de la Transición (con su fuerte poso sindical y sus paralelismos con esa época) con el eje de «lo nuevo» que sigue siendo capaz de representar Yolanda Díaz y muchos de sus fichajes de la sociedad civil. Un nuevo comienzo siempre adopta formas nuevas, como se evidencia en el protagonismo radical del feminismo y el ecologismo. La alternativa “monacal” de la izquierda marxista más “cafetera” hoy goza de buena salud, pero está cada vez más desconectada de las amplias capas de la clase trabajadora que debería aspirar a organizar.

En definitiva, en palabras de Wendy Brown, al construir un nuevo proyecto de país estamos evitando caer en “una izquierda más apegada a su imposibilidad que a su potencial fecundidad, una izquierda que se siente menos cómoda en la esperanza que en su propia marginalidad y fracaso, una izquierda que está así atrapada en una estructura de apegos melancólicos a un cierto relato de su propio pasado muerto”[7].

La candidata

Pero cómo describirte mi admiración y asombro al ver que mi estimado corresponsal, el Sr. Le Blanc, se metamorfosea en este personaje ilustre que me ofrece un ejemplo tan brillante que sería difícil de creer”. Estas elogiosas palabras se las dedicó el famoso matemático Carl Friedrich Gauss a una matemática mujer que –bajo pseudónimo– consiguió uno de los pasos más importantes hacia la demostración del teorema de Fermat, Sophie Germain. Nada garantiza que Yolanda Díaz sea capaz de resolver por sí sola este Teorema de Fermat de las izquierdas, pero es nuestra Sophie Germain: la encargada de abrir nuevos caminos que permitan avanzar en su resolución.

El matemático recibió una carta en la que Sophie Germain le desvelaba su identidad, después de salvarle la vida avisando a un general napoleónico de que preservara y protegiera a esa mente privilegiada, por miedo a que Gauss corriera la misma suerte que Arquímedes, quien murió en el 212 a.C, durante la segunda guerra púnica, cuando los romanos tomaron Siracusa.

Del mismo modo, el momento fundante del liderazgo real de Yolanda Díaz es cuando desveló que su identidad era mucho más de lo que esperaba su interlocutor, mucho más que la designada por Pablo Iglesias (por méritos propios, el anterior líder del espacio). De alguna forma, como ya contamos en esta revista, todos los liderazgos carismáticos han necesitado que sus herederos se distancien de ellos para poder coger vuelo propio y aspirar a tener algún recorrido. “Las sucesiones nunca son fáciles”, empezaba diciendo el artículo de Pablo Batalla[8].

Pero además, es la Ministra de Trabajo y goza de un incontestable prestigio en su gestión. Un valor imprescindible en el primer momento en la historia reciente de la izquierda española en la que no va a operar el “voto útil” a la “izquierda de gobierno” que representaría el PSOE, porque ahora el Gobierno es de coalición e “izquierda de gobierno” también son los futuros integrantes de Sumar.

La cartera que ostenta tampoco es casual: tras un ciclo en el que el eje nuevo-viejo generó un peligroso distanciamiento entre el sindicalismo de clase y las organizaciones de la izquierda transformadora, Yolanda viene a reconciliar a dos actores que se necesitan tanto en el nuevo ciclo. Tanto la constante reivindicación de la memoria de su padre, el sindicalista Suso Díaz, como el mantenimiento simbólico del carné del PCE, ayudan a una especie de reencuentro entre generaciones políticas (independientemente, en este caso, de la edad de sus participantes) que se habían separado a raíz del 15M.

La protagonista de nuestra metáfora matemática, Sophie Germain, murió sin haberse casado y tras haber vivido una vida bastante solitaria. Cuando un proceso político depende tanto de un liderazgo, la soledad del líder (o lideresa) es la mayor amenaza. Todos los liderazgos son susceptibles de vivir momentos de mayor eclosión y apertura… seguidos de momentos de mayor cierre y enclaustramiento.

No está escrito en piedra que así tenga que suceder, y tanto el proceso programático de Unidad Popular en 2015 como las sucesivas reformas organizativas de Izquierda Unida deberían servir de inspiración para que los liderazgos en Sumar sean también motores de apertura y democratización para el conjunto del espacio. La convocatoria de los 35 grupos de trabajo, con 1.000 personas participando, se ha orillado peligrosamente hacia la tecnocracia en algunos momentos iniciales, pero ha ido ganando en coralidad hasta lograr el esperanzador y colectivo acto de cierre de la semana pasada.

Por último, en el plano meramente electoral, el llamado “proceso de escucha” y el formato colectivo de sus actos (con amplia presencia de la sociedad civil, de sindicalistas y distintos sectores activistas y precarios) son una mejora sustancial respecto a otras campañas más “líder-céntricas” y una de las más ejemplares aplicaciones del nuevo paradigma que Xavier Peytibi llamó “campañas conectadas”[9], donde la sociedad es la protagonista y el objetivo es generar “conversaciones” en un plano de igualdad con el elector.

El sujeto y las alianzas

Pero… aún quedan muchas pruebas hasta la gran prueba de las elecciones generales. Arquímedes fue asesinado al final del asedio por un soldado romano, contraviniendo las órdenes del general romano, Marcelo, de respetar la vida del gran matemático griego. El pulso fratricida de las izquierdas puede acabar con las esperanzas del nuevo proyecto antes de que despegue.

El coordinador de Izquierda Unida, Alberto Garzón, ha sido el primero en poner sobre la mesa de forma pública los necesarios próximos pasos, desde el reconocimiento de que Yolanda “ha conseguido implicar a miles de personas que no estaban necesariamente vinculadas a organizaciones políticas” y que “se sentían excluidas de las dinámicas de la política institucional y organizativa desde hacía tiempo”. Este nuevo ciclo que se abre es defensivo, pero eso no implica dejar de ensanchar la base social del espacio antes representado por Unidas Podemos.

La mesa de partidos y la propuesta de primarias proporcionales para la conformación de listas son una propuesta que permitiría ir dotando de una institucionalidad democrática que no había existido hasta ahora. Esa “ventana de oportunidad” de la que hablaba el primer y más populista Podemos era proclive a liderazgos carismáticos, que siguen vigentes pero que Yolanda Díaz está sabiendo (o intentando) traducir en formas de liderazgo más horizontales y que permitan una mayor organización popular, en contraste con la “máquina de guerra” errejonista.

Esa, la presencia de normas e institucionalidad democrática, es la amenaza que está haciendo difícil que todas las organizaciones asuman los nuevos marcos de Sumar, con el agravante de que Sumar podría cometer el error de convertir las próximas elecciones municipales (el espacio donde se podría haber construido fraternidad por abajo entre las diferentes) en una guerra de posiciones que previsiblemente suponga una importante sangría de votos y un endurecimiento de las posiciones. Con todos sus defectos, las primarias proporcionales son un método competitivo para la selección de candidatos que sean un activo electoral. Además, sirven para ponderar los pesos relativos de las distintas fuerzas, evitando las dinámicas de negociación de mesas camilla que amenazan y apuran a última hora o buscan ganar posiciones desde el globo sonda o la filtración mediática que emponzoñan las relaciones.

Asumir que no habrá izquierda transformadora en España sin la política de alianzas que propone Sumar y el método democrático propuesto por Izquierda Unida es asumir que, si resolvemos el Teorema de Fermat, podemos ganar en vez de solo resistir para no morir. Las últimas palabras atribuidas –seguramente falsas– a Arquímedes fueron Noli turbare circulos meos (en latín, «No molestes mis círculos»), en referencia a los círculos en el dibujo matemático que supuestamente estaba estudiando cuando lo interrumpió el soldado romano que le dio la estocada final.

Cuando Yolanda en su discurso polarizó con el neoliberalismo de Feijoó para frenar la amenaza real de que puedan gobernar con Vox y traernos otra “década perdida”, dijo: “Si no sumamos, va a llegar a España la barbarie”. Es tranquilizador saber que la líder del espacio es plenamente consciente de que no son tiempos para guerras púnicas. No nos equivoquemos de enemigo por patriotismos de siglas y resolvamos el teorema de las izquierdas.

Víctor Reloba López (@Victor_Reloba) es periodista y Director de Zarabanda (un medio local de Rivas-Vaciamadrid). Ha participado en el Grupo de Trabajo de Juventud de Sumar, aportando aprendizajes de sus experiencias acumuladas de carácter sindical (CC. OO.), en materia de vivienda (Provivienda) y del movimiento juvenil, en el que ha desempeñado responsabilidades como la Presidencia del Consejo de la Juventud de Zaragoza (CJZ) o la Vicepresidencia del Consejo de la Juventud de España (CJE).

Notas

[1] Baylos, Antonio. (13 de enero de 2023). LA REUNIÓN CON LOS GRUPOS DE TRABAJO DE SUMAR: IDEAS PARA UNA DÉCADA PROGRESISTA. Blog Personal del Autor. Recuperado de: https://baylos.blogspot.com/2023/01/la-reunion-con-los-grupos-de-trabajo-de.html?m=1

[2] Milanovic, Branko. (2020) Capitalismo, nada más. Taurus.

[3] Ingrao, Pietro. (1978) Las masas y el poder. Crítica.

[4] Rosenberg, Arthur. (2022) Democracia y socialismo. El Viejo Topo.

[5] Domènech, Antoni. (2019) El eclipse de la fraternidad. AKAL.

[6] Traverso, Enzo. (2019) Melancolía de izquierda. Galaxia Gutemberg.

[7] Brown, Wendy. (3 de febrero de 2020). Resistir a la melancolía de izquierda. Rosa. Traducción de Rodrigo Zamorano. Recuperado de: https://www.revistarosa.cl/2020/02/03/resistir-a-la-melancolia-de-izquierda/

[8] Batalla Cueto, Pablo. (19 de mayo de 2022). La insolencia del delfín. Revista LaU. Recuperado de: https://la-u.org/la-insolencia-del-delfin/

[9] Peytibi, Xavier. (2019) Las campañas conectadas. UOC.

Fotografía de Sumar.